martes, 27 de marzo de 2007

Pre campaña y chapucerías

La dirección de campañas políticas y la publicidad están de capa caída, nunca en la historia reciente había colmado los medios de comunicación tanta publicidad política sin contenido y/o mediocre. Dirigir el país es un juego de pelota, no se puede distinguir si Eduardo Estrella pide al PLD que devuelva el país al PRSC o al "pueblo", Danilo Medina nos lleva en el corazón desde el 2000 y Leonel Fernández apuesta por el graffiti y el miedo al cambio.

La publicidad aparentemente más acorde con la llamada dominicanidad y los tiempos modernos la hizo el equipo de campaña de Miguel Vargas Maldonado en la campaña interna del PRD. Como diría Jacqueline Polanco de la Flacso: "qué pena que la dominicanidad se defina mediante una cerveza", aludiendo a una campaña publicitaria de Cervecería Nacional Dominicana, de la misma forma digo: qué lástima que la proyección de cómo resolver nuestros graves e históricos problemas sociales y económicos se haga en el terreno de un juego, por demás, de origen estadounidense.

Para mal de males, ahora Amable Aristy Castro imita esta publicidad en la campaña interna del PRSC. Habrá calculado que con dinero y una publicidad que aludía a su cualidad de MVP, Vargas Maldonado logró derrotar a Milagros Ortiz Bosh, y que ya que él cuenta con los recursos, sólo basta con plagiar la campaña de Vargas Maldonado para lograr la nominación en el partido rojo. Un niño de 6 años haría el mismo cálculo.

Eduardo Estrella, también del PRSC, sigue teniendo los peores publicistas y directores de campaña electoral que en 2004. Sus mensajes a la ciudadanía son panfletarios y de muy baja calidad. Es penoso que un buen candidato reformista tenga una campaña de tan bajo impacto. Y es que no solo de buenas intenciones se vive, también de empuje, y a Estrella le faltan buenos asesores y publicistas que logren hacer calar sus propuestas.

Precisamente hablando de empuje, el precandidato presidencial del PLD, Danilo Medina, hizo un gran esfuerzo en esta ocasión para mostrar a un líder político con buena imagen, carisma y fuerza. Sin embargo, dos aspectos nublan el trabajo hecho con él: que continúe con el eslogan que utilizó en el 2000, muy criticado por cierto, y que exista contradicción en su mensaje, por ejemplo, habla de enfrentar las prioridades del pueblo dominicano y enfrentar no es sinónimo de solucionar, más bien puede tener una interpretación negativa de frenar.

Por último, y por el mismo hecho de ser Presidente y precandidato presidencial del PLD, está Leonel Fernández, quien comenzó a tantear a la ciudadanía con una campaña publicitaria sin su rostro, lo que denota miedo, falta de seguridad en que podía ganar la candidatura en el partido morado. Luego podríamos criticar el uso del graffiti, signo de urbanismo y juventud, para inculcar el miedo al cambio: "No inventen, sólo se gana con Leonel", etc. Qué contradicción en una campaña que aparenta estar dirigida a los jóvenes, si este es el grupo etáreo más propenso a evolucionar.

Como se puede ver, cualquier Juan de los Palotes dirige una publicitaria y hasta una campaña política o es que los precandidatos no quieren pagar por trabajos de calidad. Algo está pasando y no se sabe a ciencia cierta qué es, y lo peor es que mientras, estamos obligados a ver esta publicidad de mal gusto que nos empuja al aburrimiento. Con la suerte de que el aburrimiento, de ser sólo un sustantivo está pasando a tener un adjetivo: aburrimiento político. ¡Ufff!

martes, 20 de marzo de 2007

Del encantamiento a la perra de "Mamá Belica"

Pareciera que las últimas décadas de la historia política dominicana nos develaran el fin del caudillismo. Esa figura, retrógrada, autoritaria y corrupta que colma nuestros textos de historia en su recorrido desde la creación de la república en el siglo XIX hasta finales del XX, específicamente en 1978, cuando ascendió al poder el Partido Revolucionario Dominicano (PRD). En todo este gran lapso de tiempo, los gobiernos democráticos y con vocación anticaudillista fueron la excepción.

En mi humilde percepción de lo que ha sido el peso político y social del último caudillo dominicano, el ex presidente Joaquín Balaguer, me había forjado la idea de que República Dominicana se abría paso a nuevos horizontes. El rechazo de una buena parte de la población a la repostulación del Presidente Fernández me hizo entender que el país asumió los últimos gobiernos de Balaguer (1986-1996) como un karma a pagar y el proceso de transición de una escena política caudillista a una democrática y diversa, había resultado como la extirpación de un absceso de pus.

Hoy me sorprenden los comentarios que hiciera el productor del programa televisivo Revista 110, el doctor Julio Hazim. El galeno dedicado al análisis político denunciaba, de manera especulativa, la existencia de un acuerdo entre el actual presidente de la República y presidente del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), Leonel Fernández, y el ex presidente Hipólito Mejía (PRD), debido a que el primero no cuenta con la mayoría absoluta para aprobar la Reforma Constitucional que quiere agenciarse, por lo que se asume que buscará el apoyo de los legisladores del PRD, los cuales responden a Mejía, de acuerdo a Hazim.

¿Cuál es el asunto? Que los legisladores del PRD aprobarían la reforma si en ésta se introduce la reelección indefinida con un período por en medio, de modo que Mejía pueda aspirar a la Presidencia en las elecciones del 2012. Y, de acuerdo al productor, la cosa no se queda ahí sino que el acuerdo procura la alternabilidad en el Poder de Fernández y Mejía, es decir, que el PLD buscaría por todos los medios la reelección del actual presidente, que gobernaría hasta el 2012 cuando se le daría paso a Mejía y así sucesivamente.

Un tanto fantasiosa y descabellada la especulación de Hazim, pero no es imposible en un país como este donde los partidos políticos son capaces de obstaculizar las aspiraciones de sus candidatos a las elecciones legislativas y municipales, haciendo trueques de candidaturas, siempre que las propias que ganen estén alineados con los interes partidarios que dominen.

Hazim se basa para esta especulación en lo ocurrido en febrero pasado en el Carnaval de La Vega cuando Hipólito Mejía llegó al lugar. Una turba de lambones y pedigueños políticos vociferaba: "Llegó papá, llegó papá". Se pregunta el productor ¿a qué juega el PRD cuando sabe que esa relación hace daño a su actual candidato, Miguel Vargas Maldonado?

Me atrevo también a especular lo siguiente: el incidente de La Vega fue producto de la expresión popular y económica que producen los colores, la música, el ron y 500 pesos en los bolsillos ganados sin dar un golpe. Pero lo que no es producto de la expresión popular, es la discreta lluvia de grafitis que se ha desatado por la ciudad, en los cuales se alude a "Papá H", me parece que esto se puede adjudicar a los dos principales precandidatos del PLD, Leonel Fernández y Danilo Medina, los cuales podrían estar buscando afectar la campaña de Vargas Maldonado.

Es bueno recordar que si bien el PLD aún no tiene un candidato oficial, "el que tiene la lágrima onda tiene que empezar a llorar temprano" -como dicen en el campo- y de esos dos precandidatos todavía no se sabe a ciencia cierta quién debe empezar a llorar primero, pues la lucha aparenta muy reñida.

Ahora bien, ¿que el PLD y el PRD a través de sus principales figuras tendrán que llegar a un acuerdo para aprobar la Reforma Constitucional? Eso es seguro, como también que el acuerdo podría incluir una negociación sobre la reelección, su tema más controversial. También es casi seguro que la mencionada alternabilidad, de darse, no podría ser muy prolongada, pues para el 2020 Mejía será un hombre posiblemente retirado de la actividad política y hasta empresarial.

Ahora bien, de existir esta posibilidad de alternabilidad entre dos incipientes caudillos se convierten Danilo Medina y Vargas Maldonado, así como futuros precandidatos y candidatos, en ícaros políticos, lo que resulta perjudicial para el país porque a la sazón de TLC's y Metro, la vida política estaría anclada en 1880.

Ahora bien, a pesar de vivir en esta media isla -habitada en su mayoría por negras y negros bananeros-, prefiero pensar que el escenario anterior es una fábula de mal gusto en una arena política de leones, burros y pollos. También, que de darse una negociación de ese tipo entre Fernández y Mejía, las contingencias políticas (liderazgos nuevos y fuertes, cambio de la percepción política del dominicano y la dominicana y del ejercicio de la ciudadanía, recomposición partidaria, etc.) se encarguen de echarla por tierra o modificarla.

No en vano habremos resistido.

viernes, 9 de marzo de 2007

Periodismo Vs. Relaciones Públicas

Por Patricia Báez

Son profesiones muy relacionadas, especialmente en este país en donde la carrera de Relaciones Públicas es incipiente y antes de ello formaba parte de las menciones de la carrera de Comunicación Social. Pero a pesar de esos vasos comunicantes, son dos carreras con campos profesionales diferentes. El periodista se mueve en el mundo de los medios de comunicación, formales e informales, mientras el relacionista público trabaja en las empresas, en funciones dictadas por la formalidad del mercado.

El periodista busca la nota que lo libere de ser un periodista más de una redacción más, mientras los menos de ellos aún sueñan con brindar un servicio social desinteresado. El relacionista público procura defender los intereses de la empresa que representa para así asegurar su salario, a corto plazo, y su éxito en el área, a largo plazo.

Por estas diferencias de objetivos parecerían tener estos dos profesionales roles antagónicos. El periodista visualiza al relacionador como una persona de buena presencia que buscará por todos los medios de ocultar o falsear la información, en tanto que el relacionador verá en el periodista a ese profesional de "tercera" que de seguro quiere causarle daño a la empresa para la cual trabaja.

Son miedos y posiciones normales cuando dos personas o profesionales cuidan sus respectivos terrenos. La empresa vende una imagen y productos y/o servicios, mientras el medio vende noticias y las noticias mientras más impactantes, más demandas tienen.

Lo que sí resulta en un acto deshonesto es cuando el relacionista público soborna al periodista, también cuando este último publica notas negativas de una empresa o institución pública en procura de recibir dádivas, en pocas palabras, ejercer el chantaje mediático.

En el primer caso, la empresa compite de manera desleal con las demás empresas e instituciones afines que no incurren en actos de corrupción al pagarle a periodistas. Además de que acallar voces, a la larga, provoca que el liderazgo institucional no desarrolle capacidades de resolución de conflictos y manejo de la imagen institucional, aspectos sumamente importantes en estos tiempos de competitividad y libre comercio.

En el segundo caso, el periodista que extorsiona a las empresas con publicar notas negativas con el fin de conseguir dádivas, incurre en una grave violación a la ética profesional. Máxime cuando existe una diversidad de medios y ha de notarse que éste está siendo condescendiente o defiende abiertamente a la empresa o institución que le paga, pues otros medios publicarán la información de manera veraz.

En el peor de los casos, es el director del medio o el editor quien recibe el soborno de la empresa o institución y modifica la nota del periodista. El único recurso que tiene el profesional de la información en estos casos es pedir que la nota sea publicada sin su firma, claro, si logra saber de los cambios antes de ser publicada la información.

A pesar de las malas experiencias y la desconfianza existente, tanto el periodista como el relacionista público son dos colegas que deben trabajar muy de cerca, el primero para tener acceso de primera mano a la fuente y el otro para contar con medios dispuestos a colocar sus notas.

El respeto y la responsabilidad deben primar en la relación que éstos entablan.

Muy por encima de perseguir el éxito profesional y la bonanza económica está el hecho de que en el país contamos con pocos medios de comunicación en comporación con otros países de la región y del mundo. Y siempre estará latente la posibilidad de que periodistas y relacionistas públicos se encuentren en arenas en donde deban darse la mano, teniendo -en el mejor de los casos- que admitir los errores y excesos cometidos y abriendo paso al perdón.

El poder de las mujeres

Daniel Innerarity

La política continúa siendo una cosa de hombres, en mayor medida incluso de lo que parece y a pesar de los números tranquilizadores que recogen las estadísticas. El dato más evidente es que, de acuerdo con los estereotipos viriles de la competencia, se exija a las mujeres lo que suele darse por acreditado en los varones. Una prueba de esta dominación es que también la lucha por la paridad está llena de lugares comunes. Cuando la presencia de la mujer en la política no se justifica en términos de igualdad sino de diferencia residenciada en el género, se consagra un rol femenino que juega unas veces a favor y otras en contra de las mujeres, pero que siempre termina perjudicándolas.


Esta ambivalencia se puede comprobar en la campaña de Ségolène Royal, la candidata socialista a las elecciones presidenciales de Francia, que ha sido beneficiaria y víctima del rol tradicional asignado a las mujeres. Lo que en un principio apareció como sinónimo de renovación y espontaneidad se viene transformando últimamente, en el imaginario colectivo cuidadosamente alimentado por sus rivales, en debilidad y falta de preparación. En una sociedad en la que siguen vigentes los lugares comunes del sexismo, lo mismo que le supuso una ventaja inicial (ser una mujer) puede convertirse en su mayor inconveniente. El resultado final es que corre el riesgo de sucumbir a esos clichés, a la trampa que permite a las mujeres adornar el escenario siempre y cuando renuncien a ser decisivas.


Es muy frecuente el caso de mujeres que se hacen un hueco en el espacio público gracias a que no se presentan a sí mismas como personas políticas y en esa medida hacen valer su proximidad a los ciudadanos. Es un tópico que manejan también esos empresarios, jueces o periodistas que de vez en cuando se presentan a las elecciones y exhiben como una ventaja su falta de profesionalidad política. En este caso, ser mujer equivaldría a estar cerca de la gente y, por lo tanto, alejada del microcosmos de la política. Ségolène Royal, aunque se ha formado en la cantera de la que proceden buena parte de los políticos franceses (la École Nationale d'Administration) y ha sido varias veces ministra, se presentó durante las primarias como menos "profesional" que Dominique Strauss-Kahn o Laurent Fabius y más próxima a los ciudadanos. No es extraño que su campaña se haya basado en la idea de una "democracia participativa", prolongación natural de esa sociedad civil que es el lugar reservado a las mujeres. Detrás de esto hay una manera de entender la paridad que ha pretendido promover a las mujeres definiendo la feminidad como el suplemento de la política, como su reverso. La historiadora americana Joan W. Scott mostró muy bien de qué manera la presencia de las mujeres no se ha promovido para corregir la representación sino para cuestionarla: las mujeres vendrían a introducir la sociedad civil en la esfera política, que se supone artificiosa, profesionalizada y lejana.


Lo que han hecho los adversarios políticos de Royal es simplemente transformar esa falta de profesionalidad en vacío político e incompetencia. Al jactarse de que no tiene respuestas para todo, la candidata se ha beneficiado de la simpatía que despiertan los no especialistas, pero se ha expuesto a la sospecha de que no tiene ni idea. Lo que explicaba ayer su éxito (no ser un político como los demás, no ser un hombre e incluso no ser un político) puede ser lo que mine su credibilidad. Sería entonces presa de la trampa que permite a muchas mujeres jugar el papel de "personas corrientes" para después excluirlas como inhábiles. Aquí se comprueba hasta qué punto el paisaje de los lugares comunes está lleno de estereotipos que consagran, a la postre, un ventajismo masculino. Para las mujeres políticas, las condiciones que les abren las puertas del éxito pueden terminar siendo las que justifiquen su descualificación: que son, simplemente, mujeres.


Hace tiempo, resumiendo sus investigaciones acerca de la historia de las mujeres, Michelle Perrot la resumía con la idea de que la diferencia entre hombres y mujeres consiste en que sólo el hombre es un individuo, es decir, alguien cuyo género es transparente, que está emancipadode su grupo de pertenencia, que es según lo que hace de sí mismo. La exclusión de las mujeres se ha llevado a cabo impidiendo, literal y simbólicamente, esa individualización. Por eso suele ocurrir que únicamente cuando aparece en el escenario una candidata se plantea la cuestión de la identidad, porque ya se sabe que los varones no tenemos género y no somos más que un individuo. El varón tiene posibilidades de realización personal no únicamente a causa de su no discriminación, sino porque se da por entendido que sólo él debe su valor a lo que hace y a la competencia que adquiere. En la tópica asignación de funciones, a la mujer se le atribuyen unas características que no le permiten distanciarse de su condición; una mujer, incluso la más exitosa, siempre será una mujer que ha tenido éxito y no -como en el caso del varón- alguien que ha tenido éxito.


La conclusión para el caso de la política podría ser la siguiente: las disposiciones para el acceso de la mujer a los instrumentos de representación política deben fundarse en un mero hecho sociológico (que son, aproximadamente, el 50% de la población, mientras que sistemáticamente hay un porcentaje menor de mujeres en los puestos de responsabilidad política) y no en una supuesta cualidad esencial que vendría a remediar el desaguisado provocado por los políticos. Las mujeres no están más cerca de la gente sino, por desgracia, más alejadas de la política. Las políticas de "acción afirmativa" se justifican por la mera demografía y no por una cualidad distintiva que caracterizaría a todas las políticas, más allá de las siglas de cada una. La diferencia tiene sentido para promover al acceso, no para orientar la actividad política de las mujeres. La paridad habría cumplido su objetivo cuando la actividad política de las mujeres dejara de ser algo específico y grupal. Cuando las mujeres hacen política "de mujeres", desarrollando unos supuestos atributos de la feminidad (cercanía, humanidad, sentido común, inclinación hacia el cuidado y la protección, sensibilidad hacia lo particular...) que son precisamente los que las han recluido en la privacidad, contribuyen involuntariamente a que se las expulse del espacio público. La renovación de la política no va a venir de que las mujeres hagan una política femenina sino de la equidad efectiva. La paridad es necesaria para corregir una disfuncionalidad que dificulta la presencia de las mujeres en política, pero no para que las mujeres hagan, en tanto que tales, otra política que debería ser necesariamente más cercana y humana.


¿Dónde reside entonces el verdadero poder de las mujeres? Desde luego que no en aquel que complementa o corrige el poder de los hombres, sino en el que puede sustituirlo. La dominación masculina puede incluso promocionar alternativas femeninas con la seguridad que no ponen en peligro el reparto de funciones que asegura su hegemonía. A lo que más tememos los hombres no es a una mujer, mucho menos si es mujer-mujer; lo que más nos incomoda es un individuo.


Daniel Innerarity es profesor titular de Filosofía en la Universidad de Zaragoza.

jueves, 8 de marzo de 2007

8 de marzo

Las funcionarias se pavonean y la amorfa masa vocifera en las calles


Las floristerías hacen su agosto y las vendedoras de flores sufren la informalidad



Los organismos internacionales hacen llamados y las mujeres asesinadas son silenciadas


La mujer es felicitada, sonríe y responde al halago, mientras el hombre en su ignorada masculinidad se reafirma porque continúa siendo el amo y señor de la sociedad.


Pintura: Vendedora de flores de Diego Rivera.