miércoles, 9 de agosto de 2017

Respuesta a Víctor Masalles

Por Patricia Báez Martínez

Señor Masalles, en ocasión del desafortunado evento que le costó la vida al adolescente Fernelis Carrión Saviñón a manos de un sacerdote pedófilo, hecho que ha conmocionado a toda la sociedad dominicana, usted ha externado una opinión casi desafortunada, pero que en el momento le permitió salir al paso de la presión social y de los medios de comunicación. “El abuso y la violencia deben llevar a la justicia al que lo comete, y no importa la investidura tenga. Me uno en oración al dolor y al clamor de justicia de la familia de Fernely Carrión y de toda la sociedad”, dijo usted en su cuenta social de Twitter, según los medios de comunicación.

El problema, Señor Masalles, es que no se trata de un abuso o de un abuso cualquiera, sino de un abuso con apellido, y no cualquiera: Abuso SEXUAL. No se trata de que se me haya impedido abordar el Metro de Santo Domingo por llevar puesta una franela de Marcha Verde ni de que dos distinguidas dominicanas hayan sido impedidas de entrar a México y devueltas al país sin recibir explicación alguna, no. Estamos hablando de llevar a una persona, en este caso un menor de edad, a sostener relaciones sexuales con un adulto del mismo sexo, no sabemos si haciendo uso de la fuerza física. Por demás, se trata de unas relaciones sexuales que se producen en el contexto de unas relaciones sociales e interpersonales desiguales: sacerdote Vs. monaguillo, blanco Vs. negro, acomodado Vs. pobre. Por lo que no se puede descartar el acoso sexual previo al abuso sexual, otro delito contemplado en legislación dominicana.

Violencia, violencia es cualquier cosa: Un empujón, una palabra descompuesta… pero el homicidio/asesinato es la máxima expresión de la violencia, Señor Masalles. En el caso de la violencia de género, violencia es un ojo morado (uno de los primeros escalones de la violencia) y feminicidio (el final de la escalera y escalada violencia) es la muerte de una mujer a manos de un hombre por el solo hecho de ser mujer. Si a ver vamos, podríamos catalogar el asesinato de Fernelis Carrión como un feminicidio de la iglesia Católica dominicana, pues es una víctima de la violencia de género, siendo que se produce su muerte violenta en el marco de una relación sexual-sentimental, y las feministas propugnamos porque las muertes de Lesbianas, Bisexuales, Gays, personas Trans e Intersexuales a mano de sus parejas, ex parejas o por el hecho de ser LBGTI, sean tipificadas como feminicidio.

Cuando usted usa el verbo DEBEN, Señor Masalles, deja a la buena voluntad, a la suerte, al azar, esos hechos punibles. El deber ser es una apuesta, un deseo, un ideal. Entre el deber ser y la realidad media la acción. Un deseo sin acción difícilmente se haga realidad, y cuando usted usa el verbo deben no envía un mensaje claro a la sociedad y al sistema judicial de que a la iglesia que usted representa le interesa que este caso se investigue y se haga justicia. De yo haber estado en sus zapatos al momento de twittear, hubiese escrito: El abuso sexual y el asesinato TIENEN que ser castigados… Me parece que el mensaje es más claro, transmite más que una voluntad personal e institucional, un mensaje al sistema de justicia: Haga su trabajo (aunque solo sea de mentiritas).

Los dominicanos y dominicanas estamos hasta la coronilla del Concordato, de los abusos sexuales de los sacerdotes contra monjas, monaguillos y feligresía, pero estamos más hartos de que adoleciendo la iglesia de tan poca moral, se empeñe en oponerse al aborto por las tres causales, constituyéndose en un obstáculo a la libre elección al aborto en caso de violación sexual/incesto, riesgo para la vida de la madre o inviabilidad del feto, en un acto de violencia de género que se constituye en un crimen de lesa humanidad contra una población indefensa, tan indefensa como Fernelis Carrión Saviñón, como los niños del Hogar Infantil Católico Francisco Javier de Higuey (cuyos acusados de violación sexual resultaron oportunamente muertos), como las víctimas del ex nuncio Wesolowsky (oportunamente muerto), o del “padre” Alberto o del “padre” Johnny… la lista es interminable, y usted lo sabe -es evidente que la iglesia Católica tiene más trabajo dentro que fuera-. Y vamos a seguir luchando, ahora con más razón y fuerzas, por cortar los tentáculos de ésta que sofocan nuestra sociedad.

La autora es periodista y politóloga.

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