miércoles, 3 de enero de 2018

Las hojas muertas
















El silencio de las hojas muertas espanta
Carcome la palabra pensada
Ya no ríen en la altivez de la rama
Apenas murmullo de hojarasca.

Ellas caen envueltas en su ruido sordo
Al endulzar con lágrimas el café de la mañana
Se hacen testigo de la espera
De la taza que vacía acompaña a la dama.

El ocre se va adueñando de la estancia
Que en las tardes habitaron los versos
Leídos con temblor de enamorados
Descosido el pudor de los amantes.

Ellas vuelven a caer hoy
Hoy que el sol se oculta, huidizo
Y la niebla de Las Manaclas se asoma
A entornar una ausencia que mata y remata.

Su muerta anatomía lo cubre todo
Y hasta la dama semeja un espectro
El rezago de una vida ya ida
El borrón de un estúpido verso.

La dama desespera y desgrana las horas
Para tejer cada pieza con hebras y hojas
Acariciar sus dedos las geografías exánimes
En los umbrales de una espera sin tic-tac.

La lluvia las macera
Las conmina a la ruptura
De sus cuerpos yertos,
A la transmutación con la tierra infértil.

La dama muerde el borde de su taza e
Hiende la vida que se escapa en ella
Sus ojos ausentes y petrificados a la distancia
Al horizonte de los adioses y los regresos. 

Patricia Báez Martínez
3 de enero de 2017