jueves, 5 de julio de 2018

Adiosa



“A veces la ilusión de un capullo de amor
que yo sé malograr antes que se haga flor”.
Alfonsina Storni

Cuando él la conoció en la Feria de las Flores, de inmediato la bautizó como la Diosa. Sobre un altar adornado con flores y coloridas guirnaldas con olor a viní-viní, la veneró hasta la demencia; acuñó como moneda antigua cada movimiento de sus glúteos al caminar, cada gesto de indiferencia ante la vida, cada palabra suave pero penetrante, cada suspiro apesadumbrado en las tardes de sopor sobre las sábanas blancas de la pequeña habitación que ella rentaba en la barriada de San Carlos. Ella creyó, una vez más creyó, y se dejó amar con vehemencia. Hasta el día en que, sin explicaciones, su loco amor se esfumó. Y ella comprendió que, más que una diosa, era una eterna adiosa acostumbrada a partir o a esperar, al desencuentro.

Patricia Báez Martínez