Marilí tenía la capacidad sobrenatural de no percibir lo
natural. A sus 19 años, nunca había percibido un temblor de tierra. Por ello,
vivía con escasas preocupaciones humanas del tipo catastróficas. Y su familia,
ocupada en la economía del día a día de la mesa del mercado que regenteaba con
mucho esfuerzo, no tenía tiempo para detenerse en las nimiedades de su estrábica personalidad.
Un martes, de cualquier mes, del año en que parió la perra
Chibila, fue anunciada una gran tormenta, pero ninguno en la familia lo sabía o
se hicieron los que no lo sabían, en especial Marilí, quien se cambió esa
mañana y salió muy temprano al hospital –por un dolor de muela- para no volver
jamás, ni física ni sonoramente a través de la red inalámbrica.
Algunos dicen que se encontró de frente con la tormenta y
ésta la engulló como aperitivo, pero como tenía 19 años y las hormonas en su punto,
otros se afanan en esparcir -como la verdolaga- el rumor de que se fugó con un vendedor de seguros
que pasaba de cuando en vez por el pueblo.
Autora: Patricia Báez Martínez
13 de mayo de 2018, Baní, provincia Peravia.
13 de mayo de 2018, Baní, provincia Peravia.
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