Por Patricia Báez
Martínez
No hablaré de números: De número de contagiados, de número de
defunciones y de recuperados, ni de acumulados. Las estadísticas diarias nos
anestesian la razón
Han transcurrido dos meses o
sesenta días desde que el Gobierno de Danilo Medina solicitó el Estado de
Emergencia al Congreso Nacional y declaró toque de queda desde las 5:00 de la tarde hasta las 6:00 de la mañana., ordenando el cierre de las empresas y comercios
que no tuvieran que ver con alimentos, salud/medicamentos, bancos y remesadoras.
Aunque se habló de la conveniencia de usar mascarillas, aunque fuera de tela,
las tiendas de venta de materiales de costura estuvieron impedidas de abrir sus
puertas, y las que lo hicieron fueron multadas (un ejemplo es Almacenes Capital
en Baní, con 70 mil pesos de multa por vender telas, pellón y elástico para
algunos ganarse el pan de cada día y todos protegernos).
Ante la gravedad de la crisis del
Covid en países desarrollados como Italia, España y Estados Unidos, en varias
ocasiones se le solicitó al Gobierno declarar un toque de queda general. Waldo
Ariel Suero, presidente del Colegio Médico Dominicano (CMD) fue una de esas
voces que clamó en el desierto por un toque de queda de 24 horas que parara el
incremento de los casos de Covid-19. Pero él es de la oposición, además de que
en un país en el que el 70 por ciento de la fuerza productiva trabaja en el
sector informal, era una sentencia de muerte para cientos de familias, a las
que una libra de espaguetis, un poco de azúcar, un sobre de café, una Paco
Fish, 4 libras de arroz, 1 lata de guandules,
etc., no les sirve para nada. Señor, Presidente, son tres comidas –como mínimo-,
y su Plan Social de la Presidencia no suple bien ni para una.
Los dominicanos podían hacer
cuanto quisiesen entre 6:00 de la mañana y 5:00 de la tarde, incluido ir a
cabañas, siempre que a las 5:00 de la tarde estuvieran en sus casas como
Cenicientas. Es por ello que ciudades como San Francisco de Macorís, Santiago,
Puerto Plata y el Distrito Nacional presentan elevadas cifras de contagios con
sus consiguientes números de defunciones.
Al final no fue cuarentena, ante
la ineficacia de las políticas de salud
pública, hubo que subirle el rango a cincuentena, y ya vamos por
sesentena. Sin embargo, cuando entramos a la sesentena (cuando ya un toque de
queda de 24 horas ya no tiene sentido), se distiende el horario hábil para
salir a la calle: ahora se puede estar en la calle hasta las 7:00 de la noche y
se puede salir de los hogares desde las 5:00 de la mañana. Esto para que las
industrias, empresas y negocios que ya quebraron o están quebrando, puedan
usar la mano de obra de sus empleados y que estos lleguen a sus hogares sin ser
víctimas de detenciones por incumplir el toque de queda.
No se hizo lo que había que hacer
en su momento, y ahora prácticamente se levantan casi todas las restricciones
(hasta el Metro, el Teleférico y la Omsa van a funcionar); los transportistas
alegan que si funciona el transporte del Gobierno, ellos también saldrán a las
calles a ganarse el pan de cada día: El pandemónium acecha.
A todo esto, ¿Qué protocolo se
está usando en República Dominicana para la atención de los infectados por Covid-19?
¿Está de acuerdo el CMD con ese protocolo (el CMD sirve de contrapeso a las
políticas de salud pública del Gobierno?
Como el virus es un fenómeno
nuevo, poco estudiado, el protocolo deberá irse ajustando cada vez que salgan
nuevas investigaciones, para así reducir el número de defunciones. ¡Y no solo eso! Siempre verlo a
la luz del país tropical que en que vivimos, y su cultura, pues la temperatura influye en el
comportamiento de la pandemia y la cultura afecta -para bien o para mal- cualquier política de salud que se tome.
Me siento engañada, creo que nos
han engañado (con intención o no). Después de dos meses de encierro, ahora nos
lanzan a la nada, a salir todos a trabajar, a comprar, al médico, al salón, a
la telefónica, usando transporte colectivo, sin mascarillas N95 suficiente ni a
precio asequible para los pobres, con una fabricación casera de mascarillas de
tela que muchas son “vendas transparentes” que ni protege a quien la lleva ni a
quien está en su entorno. Ahora nos sacan del encierro y nos lanzan a un corral
a ramonear todos juntos y a la vez.
Sesenta días, sesenta días para
nada. A mi mente solo viene una imagen, la de Danilo Medina con su bigotico y
su saquito, tratando de romper una piñata, dando palos por donde quiera, porque
al final no importa por dónde se rompa la piñata, sino que su interés es que
caigan los dulces.
La autora es periodista y politóloga
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