Por Patricia
Báez Martínez
Su nombre es común: Juana. Aunque años atrás acaparó las
portadas de los diarios como cuando fue tres veces campeona en la disciplina
deportiva heptatlón. Sí, ella es una campeona, pero negra pobre. Una madre
soltera de El Seibo, una de las provincias con mayores niveles de pobreza en el
país. Todo lo que ha conseguido en la vida, ha sido con esfuerzo y sudor: Sus
medallas, sus cuatro hijos, su casa.
Quizá por ser su casa, la casa de sus cuatro hijos, siempre
regresó a ella, aunque allí estuviera su agresor (su última pareja, 15 años
menor que ella). Huir con sus hijos y dejarle la casa a su pareja o sacarlo y
quedarse a expensas de que volviera a agredirla, son caras de la misma moneda:
Violencia machista. Muchos hombres se creen que cuando eyaculan en una vagina o
entran en el espacio físico de una mujer, otro hombre no puede entrar jamás,
marcan tanto que la mascan.
Los familiares, amigos y entrenadores de Juana hoy dan cuenta
de manera pública de que ella había expresado vivía una relación violenta, la
cual dio al traste con el homicidio de su pareja, el joven Luis Disla, -a manos
suyas- la noche del lunes pasado, cuando la efervescencia política no permitía
que nos detuviéramos en el nombre y la vida de esta mujer, negra y pobre, y que
–por demás- ha sufrido situaciones de violencia alternas a las del hogar, en
las cuales no nos vamos a detener.
Juana se habría defendido esa noche, y en su defensa mató a
su pareja ¿Por qué nos cuesta creerlo? ¿Por qué nos sorprendemos? ¿Porque no es
común que una mujer mate a un hombre? ¿Porque en una relación violenta se
espera que la víctima sea la parte supuestamente más débil, la mujer?
Quizá algunos/as prefieren ver al joven como una víctima de
ella, porque ella le llevaba 15 años y era una ex atleta, es decir, una mujer
con fuerza física. Pero el hecho de que su pareja tuviera 21 años y ella 36 no
lo exime a él de actitudes y conductas machistas, incluida la violencia contra
Juana, no lo veo como un menor víctima de una adulta, lo visualizo como un
joven con problemas de personalidad, los cuales no sabía manejar y que estaba
haciendo daño a todos en su entorno, no solo a Juana, también a los hijos de
ella.
Las mujeres fuertes -hasta las feministas-, también sufrimos violencia
¿Quién dice que no? Cuando una viene a darse cuenta que está en una relación
tóxica, muchas veces se le hace difícil romper inmediatamente, además de que
las mujeres, en una gran proporción, se cree la leyenda urbana de que somos capaces
de cambiar a un hombre, e insistimos en lo inviable, manteniendo vínculos que
dan vuelta en un círculo de violencia del que muchas veces se sale muerta, loca
o presa, como es el caso que nos ocupa.
Juana no podía irse, porque esa es su casa y la de sus hijos,
la que obtuvo pidiendo por ni siquiera por sus medallas en el deporte fue compensada;
el que debió irse a tiempo es el hoy occiso,
que según narra Juana la estaba agrediendo esa noche y ella temió que le
cortara su sexo y por eso tomó las tijeras y le pegó con ellas en el pecho. Cuando
la mujer está sometida a violencia no se le puede exigir las mejores
reacciones, reaccionamos por instinto, y lo digo por experiencia propia, que
solo pude calmarme cuando me indicaron pastillas para dormir, y al poder
descansar en las noches eso me quitó la
ansiedad y todo lo que de ella se desprendía. Una mujer violentada sin
asistencia psicológica, sin una red de apoyo, es una posible víctima, pero
también una pistola sobada.
¿Estaba recibiendo Juana asistencia legal y psicológica? De
seguro no, porque en el batey que ella vive en El Seibo, eso no existe. Tampoco
en Baní, pues la OPM de Baní sirve de muy poco (allí ni ayuda legal ni
psicológica recibí en mi situación) viajé durante meses al Centro de Asistencia
para Sobrevivientes de violencia desde Baní a la Capital, donde pude recibir
asistencia psicológica gratuita, mas no la legal, porque ya yo estaba acusada ante
la justicia por el verdadero agresor. Y este sistema penaliza a la mujer que
cuando está siendo víctima de violencia, reacciona de manera violenta. Pero de
Juana quizá no podíamos esperar otra cosa, porque Juana es una luz que ha
brillado dentro de muchas oscuridades.
Juana hizo lo que el momento le indicó, y si bien no debemos aplaudir
que hoy hay un hombre muerto; me siento satisfecha de que la muerta no es ella
(no sé usted), ¿O acaso no nos hemos atiborrado la boca y las redes de “Ni una menos”?
¿Dónde está el Ministerio de la Mujer?
¿Dónde está el Ministerio de Deportes?
¿Dónde están las feministas que gritaron “Ni una menos” vestidas de mamey?
¿Dónde está el Ministerio de Deportes?
¿Dónde están las feministas que gritaron “Ni una menos” vestidas de mamey?
¿Qué estaba haciendo el Ministerio Público de El Seibo para defender a las mujeres víctimas de violencia en medio de la pandemia, y entre ellas a Juana?
Quizá prefieran volver a ayudar a una Sandra Kurdas, que al
final no sabemos si fueron ciertas o no sus acusaciones contra el empresario y ex ministro Frank
Jorge Elías, pero de lo que sí podemos estar seguras es de que hizo un buen
negocio.
Entiendo que a muchas de las voces cantantes del movimiento
feminista no les guste enlodarse, no les agrade lo obscuro, lo feo y hasta lo
pobre, pero alguien tiene que hacer el trabajo sucio, porque todas las áreas de
trabajo tienen sus extremos, y si usted es defensora de los derechos de la
mujer, no puede ser solo en un área de confort para usted.
Pretender que las víctimas tengan un fenotipo X y sigan un patrón Tal, es una actitud sistémica y
como sistémica dentro del patricarcado en que vivimos, es machista. ¡A
revisarse!
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