viernes, 8 de agosto de 2008

¿Y de qué nos sorprendemos?

La madrugada del martes 5 de agosto siete hombres fueron masacrados en unos matorrales de Ojo de Agua, entre Catalina y Paya, en la provincia Peravia.

El Sur es un solo temor, agolpado en la realidad de una comunidad que progresa sobre los cimientos del narcotráfico. En Peravia como en la provincia Duarte y el resto del país, las mansiones, hummers, jippetas Cadillacs y nuevas inversiones inmobiliarias son el pan nuestro de cada día. Todos –resignados- nos beneficiamos de esto, como inquilinos, compradores, consumidores, socios, familiares, pero especialmente como testaferros, los abogados que administran y engordan las fortunas del narcotráfico lo tienen bien sabido.

Pero ¿es Peravia actualmente la comunidad más corrupta en términos de narcotráfico: No. Pese a que es una provincia costera, lo que favorece el trasiego de estupefacientes, no olvidemos que República Domincana es una nación rodeada de costa y con una frontera por la cual todo puede cruzar, desde una gallina hasta una patana con toneladas de arroz. Escandalizarse y creer que hemos descubierto al Potosí del tráfico de drogas, no es más que pudor de puta.

No me he sorprendido ni asustado por la masacre de Ojo de Agua porque “gracias a la vida” ni quien les escribe ni algún familiar cercano podrían ser vinculados a un hecho de esta naturaleza (salivazo aparte), y porque quienes fueron asesinados de tan mala manera no eran precisamente angelitos. No estamos hablando de profesores, amas de casa, médicos, estudiantes, enfermeras, comerciantes: estamos hablando de presuntos narcotraficantes y quien está en ese negocio si no ha matado está dispuesto a hacerlo.

De lo que sí me sorprendo es del alboroto social e institucional, luego de que todos hemos sido complacientes con el dinero del narcotráfico: políticos, instituciones del Estado, la Polícia -por ejemplo- que es Doña Peaje, la iglesia, la familia dominicana en general que acepta de buena gana que sus hijas se emparejen con personas ligadas a esa actividad o al lavado de dinero proveniente de la misma. Entonces de qué nos quejamos. Tenemos un perro en casa y nos ponemos histéricos al ver una pulga.

Ahora bien, Baní -como le acostumbramos a decir a casi todo el territorio de Peravia-, está en shock. La gente cierra sus puertas temprano y teme hablar de este caso; todas comparten un sobresalto colectivo. Hasta yo me he contagiado. Aunque nunca he comido ni bebido en la mesa del Narco, también siento aprensión, con tanto allanamiento hasta temo que un día de estos la Policía toque a mi puerta y me invite a sus salones.

No os preocupeis hijos mios, el show va por el sexto acto y en dos meses el tema quedará enterrado y Baní seguirá progresando. “A pueblo este bueno y trabajador, ofrezcome vale!!!”

2 comentarios:

Argénida Romero dijo...

Más claro no pudo quedar. La hipocresia campea.

Anónimo dijo...

Asi es Patricia. En Bani, como en cualquier otra provincia de nuestro país, sin no estás casad@ con un narco, tienes que hacer un negocio con él. Hay mucha gente "de bien", de quien nunca sospecharías nada, que vive de ese dinero, y son tus amigos, o conocidos.

Sheila