jueves, 26 de febrero de 2009

Sobre el feminicidio

Por Teresa del Valle*

Me dirijo explícitamente a la violencia que se ejerce contra las mujeres y que se califica de «violencia feminicida» que abarca, entre otras: la familiar y la de su pareja, patrimonial, física, psicológica, sexual y que son categorías surgidas de la identificación de situaciones reales. Los móviles para esta clase de violencia se relacionan con el hecho de que la víctima es mujer e incluye, entre otras, variables de edad, situación económica, religión, ideología política. En muchos casos la violencia proviene de mandatos culturales como sería el castigo de muerte por adulterio. En otros se utiliza como arma política como sucede con las violaciones utilizada como arma salvaje en un conflicto armado. En la mayor parte de los casos se realiza en la vivienda que está a su vez amparada por una sofisticada elaboración de lo que representa como refugio del cuidado, atenciones y amor.

El término feminicidio lo tomo del excelente trabajo que bajo la dirección de la antropóloga y parlamentaria Marcela Lagarde, se llevó a cabo por encargo de la Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión-LIX Legislatura y publicado como Geografía de la violencia feminicida en la República Mexicana en 2006. Hay ya muchas autoras y algunos autores que afirmamos que este tipo de violencia se tiene que analizar desde La Crítica Feminista. Hacerlo desde otros marcos que no tengan en cuenta un saber elaborado para descubrir las desigualdades de género y especialmente para desentrañarlas, analizarlas y ver cómo se convierten no solamente en desigualdades sino en prácticas establecidas que desencadenan un tipo de violencia dirigida a las mujeres, es inútil. Para la mayoría se queda en un acontecimiento triste que genera artículos en los periódicos, repulsa social. Sin embargo la herida social permanece. Las mujeres de distintas edades reflexionan: podría haberme pasado a mí y eso se extiende a las hijas, las nietas, sobrinas, amigas, alumnas como una mancha de aceite que se expande y que es difícil de quitar. También genera miedo no hacia cosas extraordinarias sino hacia aquellas que forman parte de la vida cotidiana: pasear de noche, participar en las fiestas, habitar el hogar, hacer opciones de libertad que en última instancia pertenecen al ámbito de los derechos humanos. Y se convierten en extraordinarias cuando se instaura el temor por el acoso, la amenaza, la agresión y hasta la muerte. Las personas adultas nos volvemos hacia las jóvenes para comunicarles nuestra preocupación y transmitirles el miedo. Los medios de comunicación, ante el asombro que causa el feminicidio, abren interrogantes acerca de lo que pudieron ser los móviles de una muerte, un maltrato continuado. De cómo se sintieron las víctimas poco se sabe ya que es difícil hablar de ello porque la agresión se instaura en la intimidad del yo. Pero también por miedo, porque ese tipo de agresión es paralizante. Y en otras ocasiones, porque ya no están con nosotras.
En el análisis feminista la violencia que genera desigualdades y que en muchos casos llega a convertirse en feminicidio no puede analizarse como un hecho aislado producto de excesos que desculpabilizan como serían los del alcohol, las drogas o peor aún el exceso de los celos como expresión del amor posesivo. Es frecuente que todo ello vaya acompañado de una descripción de comportamientos normales del agresor que incluyen declaraciones de la vecindad, compañeros de trabajo que aseguran la normalidad del personaje. Frases como «era una persona amable que saludaba siempre» en el portal, ascensor, escaleras, son frecuentes. Y con ello, el asombro compartido de los que alguna vez se cruzaron. Todavía no me queda claro si con ello se quiere poner de manifiesto el horror de lo acaecido por inexplicable o la capacidad de transformación del agresor de vecino amable en asesino lo que por otro lado contribuye a aumentar la sensación de indefensión porque cualquiera puede convertirse en posible agresor. Tampoco se si se utilizan estas referencias al comportamiento normal para disminuir la culpabilidad o como un atenuante para la enajenación con la que se pudiera aminorar la culpa.

También en la reflexión sobre la violencia de género es importante tener una visión amplia y dinámica acerca de la importancia de la socialización temprana para ver cómo se inicia a la niña, al niño en su identidad y en el conocimiento y respeto de las identidades ajenas. Los modelos de las personas adultas influyen en ello. El antagonismo hacia el otro, la otra, van elaborando las referencias así como el valor que se atribuye a los comportamientos, tareas, formas de relación, de ocio de cada persona. La manera en las que iniciamos en los comportamientos de igualdad, de fluidez entre las tareas asignadas a los adultos en la casa. La manera de cómo se distribuye el espacio en la casa: frente al televisor, en la mesa, en las habitaciones o la valoración de las tareas realizadas por la madre frente a las que realiza el padre. Me parece difícil que la niña, el niño se eduquen en compartir tareas si ven que los mayores no lo hacen. La educación en la equidad tiene que ver con las consideraciones básicas del reconocimiento del valor de las personas por lo que son de manera que los roles no estén ya mediatizados por ser niño o niña porque ello se traducirá en la diferenciación en la adolescencia, en la juventud, en la edad adulta y en la vejez. Esto a su vez se ve reforzado por los «mandatos de género». Se entiende por estos últimos aquellas asignaciones diferenciadas en las que está presente el peso de la tradición de la cultura, de los valores y creencias. Los hay que abarcan desde el campo de la sexualidad hasta los atributos con que se definen a las mujeres y o a los hombres. Las maneras mediante las cuales diferencias entre niños y niñas marcan ya desigualdades. Con frecuencia los niños tienen una mayor libertad para ocupar más espacios, para transitarlos y se otorga un mayor protagonismo a actividades, cualidades consideradas masculinas.

Las dificultades que existen en la actualidad para que las mujeres puedan compatibilizar de manera armónica lo que es su vida personal, su vida laboral y su vida familiar también contribuyen a las diferencias que generan desigualdades entre las mujeres y los hombres.
Frente al análisis de las situaciones que inciden en desigualdades que desembocan en la violencia de género cabe también hablar de nuevas socializaciones. Abarcarían nuevos aprendizajes para superar comportamientos excluyentes hacia las mujeres. Incluirían la reflexión sobre las prácticas culturales que estereotipan comportamientos de manera que la superación de los estereotipos se vea como una expresión de libertad más que de salida de la norma. Resaltaría la repulsa hacia el cultivo del dominio masculino sobre la mujer como una forma de progreso ya que propiciaría comportamientos más fluidos e igualitarios.

Es evidente que los cambios suponen pérdida de beneficios para muchos varones mientras que suponen oportunidades que repercuten favorablemente en las vidas de las mujeres. Y finalmente pensar que cuanto más igualitaria sea una sociedad más se beneficiará de aportaciones provenientes de las mujeres que de lo contrario se habrían perdido. En resumen: la sociedad no solamente no pierde sino que se enriquece.

Deseo profundamente que este sea el último artículo que tenga que escribir sobre el tema. Hoy lo llevo a cabo como una expresión pública de acompañamiento a la familia de Nagore Laffage. Estoy segura que mucha gente coincidimos en la repulsa al hecho y en la cercanía a su dolor. Considero que la violencia sexista cualquiera que sea es una lacra que corroe a la sociedad. El feminicidio es la expresión más extrema de la negación de la mujer. Y es por ello que requiere de un esfuerzo de toda la sociedad el cuestionar la desigualdad y socializarnos en la equidad real entre mujeres y hombres.


23 de agosto de 2008

Fuente: Mujeresnortesur

* Catedrática emérita de Antropología Social.

martes, 17 de febrero de 2009

Tres generaciones y una tarde en el Metro



Ebrias de tantas y tontas paradas, hacinamiento y malos olores, concluimos aquel 25 de diciembre, que la canción "La bella y el metro", de Serrat, es una simple parodia de las venideras vivencias dominicanas en el Metro de Santo Domingo.

Ver la foto, la alegría, el encanto de dos generaciones juntas en una aventura, impregna de feliz inmediatez aquel momento; aún siento en mi cuerpo la adrenalina que nos provocó ese reto.

Las modelos, de izquierda a derecha: Patricia y Sheila Báez; y Laura y Claudia Peralta Báez. Debajo, mi hermosa Amaya, dejando constancia a la posteridad de que érase una vez un Metro y que ella lo abordó.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Adiós a las etiquetas bueno y malo


"Zapatitos de charol, mediecitas de color, hay de fresa, hay de menta, hay de uva para la niña más hermosa que se llama Do-ña Ro-sa."

No sé su nombre, sólo sé que es la hermana mayor de Richard, un niño de unos dos años que reside en mi vecindario. Ella no vive con su hermano y su madre, porque ante las correrías de ésta última, el padre se la llevó a vivir con él, como si el niño no viviera una situación de riesgos por poseer un pene en lugar de una bulba.

Veía al niño caminar descalzo por las calles. Decidí regarlarle unas zapatillas que aún no le quedan a mi Amaya. Lo llamé delante de la hermana y le puse los zapatos en sus pequeños pies: gorditos y sucios. Una llaga sobre el talón impidió que le colocara el zapato correctamente en el pie izquierdo. Ambos hermanos me dieron la espalda y se fueron con las "gracias", -tal vez- floreciendo en el corazón.

Al rato volví a salir a la calle y estaba la niña junto al abuelo mientras Richard paseaba sus nuevos zapatos (que por cierto no se los he vuelto a ver) y avergonzada cubrió su rostro en las piernas del abuelo y le dijo: "Papá, la señora es buena". Él,que ya debía saber el origen del nuevo calzado del niño, le respondió que sí y añadió: "cualquier cosa que ella quiera o necesite tú la ayudas."

Pensé en el sexo, específicamente en la pederastia, ¿será que estoy frustrada? ¿todos somos tan sensibles ante este tema? Yo corregí: "cualquier cosa nooo". Me fui de allí con el amargo sabor de estar ante una futura mujer abusada. Ante un ser a quien le enseñan a ser agradecido de algo que no ha pedido y de lo que tampoco debe ser deudor.

Si alguien debe agradecerme el gesto -que no lo deseo ni me importa- es la madre. Quien por cierto ni siquiera me saluda. Somos los padres quienes como proveedores, protectores y tutores, debemos dar la cara ante cualquier objeto que le regalen a nuestros hijos. Las niñas y niños no son sujeto de responsabilidad socio-económica.

Entonces me pregunté ¿soy buena realmente? ¿qué es ser bueno? ¿el simple hecho de evitar que un niño camine descalzo por la calle me hace buena? ¿cuántos violadores no le regalan ropa, zapatos, juegos y helados a sus futuras víctimas? No todo el que te salva te quiere bien. Entonces pensé en Sarah Pepén y recordé también una vieja fábula, sencilla pero ilustradora.

Érase una vez una avecilla tierna que al no saber volar cayó en el corral de las vacas y una de ellas le defecó encima. El avecilla quedó totalmente cubierta de excremento, mojada y sin poder seguir su vuelo. Un gato oyó su trinar y se acercó al corral. Cuando le vió sucia e indefensa en medio de la inmundicia, le sacó de allí con su boca sin hacerle daño y empezó a bañarle como lo haría con su propio pelaje. Ya cuando el ave estaba limpia, feliz de sentir su cuerpo calentarse con los rayos del sol, el gato abrió su mandíbula y se lo comió.


No me creo buena, así que cuida de no caer en un corral.

lunes, 2 de febrero de 2009

Ante todo, mujer

Johanna Sigurdardottir es a partir de este lunes la primer ministra de Islandia (noroeste de Europa). Esta socialdemócrata fue azafata, sindicalista, diputada, ministra de Asuntos Sociales y miembro del Comité de Industria y del Comité de Asuntos Exteriores del gobierno islandés.

En su trayectoria ha acumulado una destacable popularidad en el ámbito político y ante sus conciudadanos. Es vista como una política y administradora pública eficiente, que en buen dominicano se traduciría en: "que resuelve" (estirpe política de la que tenemos una notable carencia).

Los medios de comunicación se han hecho eco de la noticia, destacando primordialmente su condición de ex azafata y lesbiana. "Lesbiana es nombrada primera ministra de Islandia", como si la aparente trivialidad de la profesión de azafata más la "desviación" del lesbianismo, son las características fundamentales, a la vez que contradictorias, por las que fue elegida para el cargo.

Ante todo, Sigurdardottir es un ser humano -consciente de las diferencias de género, de las limitaciones de los islandeses "de abajo y de a pié", de los problemas que enfrenta la familia de hoy en día-, que se ha destacado por una trayectoria intachable y de servicio a su país.

La dimisión de los dos primeros ministros precedentes -el último en hacerlo, Geir Haarder, el pasado 26 de enero- han provocado su elección. Ella tiene el compromiso de enfrentar la crisis financiera y económica, así como mejorar el nivel de confianza de los ciudadanos y celebrar elecciones anticipadas en mayo próximo.

Su preferencia sexual no debe opacar ni la responsabilidad asignada ni el resultado de su trabajo.

Los grupos gays celebran la designación tímidamente. Si bien para ellos es un triunfo y una muestra de que la sociedad islandesa ha evolucionado ante el tema del lesbianismo y la homosexualidad, no desean ser vistos como promotores de estas conductas/preferencias ni opacar la trayectoria política y social de esta mujer con un aspecto de su vida personal.

Las Tres Juanas saluda la designación de Johanna Sigurdardottir, aunque advierte las limitaciones -actuales y potenciales- de dicha nominación.

La limitación actual es que fue elegida en momentos en que su país vive la peor de las crisis económicas de su historia y cuando dos primeros ministros ya han saltado del cargo producto de las protestas sociales. Es decir, la elección no se dió de primera mano, sino como solución a una crisis.

La limitación potencial es que de candidatearse al cargo para las elecciones de mayo, no fuera elegida. Sigurdardotti está en el derecho de aspirar a la posición, sin embargo, de no ser elegida quedaría demostrado que su país no está realmente preparado para asumir un primer ministro abiertamente homosexual o lesbiana y la desilusión sería colosal.

En conclusión, si bien no hay que dejar pasar este evento inadvertido, tampoco debemos fiarnos y dedicarnos sólo a celebrar. Su designación es un hecho coyuntural para el género femenino y la comunidad gay. La lucha por la igual de condiciones debe continuar en Islandia y fuera de Islandia, para que este acontecimiento no se convierta en una luz intermitente en la historia de los logros de los grupos minoritarios.

Ella:

Tiene 66 años, es madre de dos hijos adultos fruto de su primer matrimonio. No posee título universitario alguno, es una política de carrera; y actualmente está casada con la periodista y autora teatral Jonina Leosdottir.