miércoles, 22 de julio de 2020

El péndulo (cuento)



Autora: Patricia Báez Martínez



No puedo despertar por completo, este cuerpo, generalmente ágil, no responde a la orden de “muévete”. Los ojos me duelen; la boca del estómago (como si ese órgano fuera otro cuerpo que deglutiera independiente de mí, de mi boca) también la siento irritada. El hedor a alcohol combinado con sudor transforma en repugnante la cama y la mole de mi cuerpo inmóvil sobre ella. Debo despertar, asearme y presentarme al trabajo aunque sea tarde, si no lo hago perderé el empleo. No es un gran empleo, pero es el que tengo. Entreabro los ojos, y aunque el sol me molesta, trato de asirme a él. Desde la cama, alcanzo a ver mi ropa tirada por toda la habitación, es como si llegara ahora mismo a la escenificación de la obra de mi vida y me sorprendiera cada detalle de ella, como si cada uno fuera nuevo para mí y no fiel acompañante de la noche previa. No sé cómo ni cuándo me quité el saco y lo puse sobre la silla ni si me quité los zapatos sentado en la silla o en la cama. El pantalón no lo veo. Ah, lo tengo puesto, no llegué a quitármelo.

La última vez que llegué borracho a la oficina el jefe me dijo que si volvía a achicharrarme así, que mejor no volviera al trabajo y me diera por cancelado. Aunque es una buena forma de obtener mis prestaciones y cambiar de trabajo, no estoy en edad de ser deseado por otras aseguradoras: Tengo que tratar de mantener mi trabajo. Un pequeño impulso y me siento sobre la cama. Mientras, la cabeza hace lo suyo: duele. El sol es ahora un poco más fuerte, quizá han transcurrido unos diez minutos desde que empecé a despertar. ¿Qué hora será? Deben ser como las nueve. Si me animo, quizá llegue a las 11:00 a la oficina. ¿Qué excusa inventaré hoy? Que a mamá le subió la presión otra vez. No, es muy repetitivo. No tengo un hijo pequeño conmigo, de esos que a cada momento se enferman, para decir que tuve que llevarlo al médico de emergencia antes de llegar a la oficina. Ella se fue y se los llevó. Ya se me ocurrirá alguna excusa mientras me afeito o manejo.

El reloj está sobre la mesa de noche, lo tomo entre mis manos y trato de adivinar la hora en medio de la persistente presbicia. Las 9 y 23 de la mañana. Debo darme prisa. Mi imagen proyectada en el espejo es la de otro hombre, muy diferente a mí. Muy diferente al hijo de doña Francia y don Joselo, al joven recién graduado de la foto que cuelga en la sala, al feliz recién casado de la foto que me mira y cuestiona desde la mesita de noche. Tengo que hacer un buen esfuerzo por verme presentable, afeitarme, peinarme, disimular las ojeras, este aspecto de echadía que se la ha pasado tirando asada bajo los inclementes rayos del sol. El agua fría de la ducha intenta borrarlo todo pero no puede; no es cierto que el agua lo limpia todo, como quieren decir algunos. Después de salir de la bañera me sigo sintiendo sucio: ¿Por qué no puedo parar de tomar antes de emborracharme? ¿Por qué tengo que llegar hasta este punto de mi vida en el que todos me abandonan por abominable?

Cubro mi cuerpo con ropa limpia y bien planchada. Me veo perfecto, impecable, pero mi rostro describe la sinuosa ruta de una noche larga de tragos. Mucho perfume, gelatina y enjuague bucal para espantar los malos espíritus del whisky. Ya estoy listo. Recojo el reloj, el celular y las llaves de la casa y del carro. Me dispongo a salir para la oficina. Me sigue doliendo el estómago, pero no tengo tiempo para detenerme a desayunar, tengo que ir directo. ¿Qué le diré al jefe? La pregunta me taladra. Pensándolo bien, una excusa sobre otra excusa, sobre otra excusa, sobre otra excusa… forman una pirámide de inventos en la que el último, su cúspide, no tiene ninguna importancia. Al final, el jefe sabrá que es una excusa más.

Por lo menos a esta hora no hay tapones en las avenidas, el carro fluye igual que mis pensamientos. Me imagino ya en la oficina, llego y el jefe no está, y mi enésima tardanza pasa desapercibida. El mundo es un caos perfecto, esa es la real materia del mundo: El caos ordenado. Yo me embriago, duermo hasta las 9:30 de la mañana, despierto, me preparo y ahora voy al trabajo conduciendo sin stress. De no haberme emborrachado, me habría levantado temprano, hubiese tomado el tapón de las 8:00 de la mañana para llegar a la oficina: quemo gasolina de más y me estreso, solo para complacer a un tipo al que, aunque tiene apellido, le decimos “El jefe” por default, porque sí, porque es parte de nuestro ADN mitocondrial.

Llego a la oficina, estaciono y entro. No puedo evitar sentir miedo, lo siento en la boca, en el estómago y en las tripas: me dan deseos de ir al baño. Sudo con el cuerpo estando frío. Quizá no sea el miedo, tal vez sea el efecto del alcohol, ese maldito cobarde que al día siguiente te empieza a dar puñaladas traperas. El jefe me ve, pero se hace el que me ignora. Saludo y sigo a mi cubículo. Me siento e inspecciono todo, para ubicarme de hasta qué punto llevé el trabajo ayer y dónde debo continuar. Los compañeros me miran, pero tratan también de ignorar la situación, mi tardanza consuetudinaria. Me instalo y comienzo a trabajar. Todo fluye como una caja de bola aceitada, pero el jefe pasa, va hablando con Pablito y se detiene ante mi cubículo y pregunta:

-¿Qué pasó hoy, Fabio?-
-Tenía jaqueca, por eso no pude llegar temprano-
-Es evidente sí que no llegaste temprano. Lo que no es evidente es la causa de la jaqueca-.

Todo parece terminar ahí, pero sé que no, ese hijo de su maldita-mai es como el ron, da puñaladas traperas. En algún momento sentiré su punzada fría en mi espalda, esa que después se transforma en dolor y hemorragia fatal. 

***
Hoy llegué temprano al trabajo, también ayer, anteayer y tras antier. Llevo días sin pegarle la boca a un pico de botella. Trato de no salir, no les tomo las llamadas a los muchachos. Llego del trabajo, me baño y me pongo a leer. Así evito tentaciones. Necesito el trabajo, con ese dinero mantengo a los niños, me mantengo yo y ayudo a mamá ahora que papá ya no está. No puedo darme el lujo de perder el trabajo. Pero no voy a negar que esta es una vida cabrona, que esta maldita sobriedad no es más que otra alienación a un sistema que nos esclaviza y nos prepara mentalmente para ser excelentes obreros, el obrero o no toma alcohol o lo hace muy moderadamente. El dueño de la empresa, no importa; ese se puede beber la fábrica de ron, no ir por un mes a la empresa, e igual la empresa sigue funcionando y dejando beneficios, porque nosotros, los de abajo, la hacemos funcionar, y tenemos prohibido emborracharnos, darnos el placer de distraernos después de una jornada tediosa.

***
Me estoy portando bien, soy un modelo a seguir. Siento que me tratan mejor en el trabajo, con algo de respeto. Magdalena está considerando la posibilidad de que nos reconciliemos. Mamá está feliz porque me he distanciado de los amigos, de esos alcohólicos que solo saben dañar a los demás.  Porque yo estaba bien hasta que volví a encontrarlos y empezamos la juntadera, primero los fines de semana y luego también en la semana. Todo está marchando bien en mi vida, el dinero rinde más, y las cosas se están poniendo en orden, claro, un orden impuesto, no viene de mí, viene de afuera.  Ya no es el caos perfecto; ahora es lo perfecto, pero una perfección desarraigada, sale de la nada. Pero está.

A veces salgo del trabajo y cuando veo un tumulto en un colmadón, siento la necesidad de entrar y pedir algo, aunque sea una cervecita. Y sentarme un rato a ver a las gentes, a las muchachas con sus jeans matemáticos, y a los tipos echando vaina con sus pintas de jevitos Calvin Klein. Pero no debo, todo está caminando bien, las cosas se están enderezando en mi vida y no debo retroceder. Tengo que demostrar que soy un hombre fuerte. Fuerte, sí, fuerte, un hombre fuerte de los que se dejan dominar por las normas.  ¡Qué vaina! Lo único perfecto es el caos, la perfecta armonía de lo diacrónico, de lo desordenado, de lo anárquico, de lo que es por la fuerza de la casualidad y no de la causalidad.  Nada, voy a limpiar la casa, el carro, tengo que tenerlo todo en orden, pronto vuelven Magdalena y los niños.

***
Hoy, cuando salga de la oficina, voy a limpiar el carro, tengo que sacar toda esta basura y ponerlo oloroso. Todo transcurre en calma, normal, como se espera, sin contratiempos. Son las 5:00 p.m. y es hora de salir. Aún tengo un cliente en frente, trato de ser amable, paciente y regalarle una sonrisa a pesar del deseo inmenso que tengo de largarme de este lugar. Estoy nervioso, siento que me tiemblan un poco las manos y la voz. No sé por qué, quizá sea el frío del aire acondicionado. Al fin termino con el cliente y recojo mi escritorio. Me despido de la muchacha que limpia y del guachimán con un hasta mañana. Los demás ya se han ido o no están visibles para mí.

De nuevo el tapón de todos los días en la Churchill con Gustavo Mejía Ricart y en la 27 de Febrero con Privada y en Pintura. Busco en el memory el solo de la flauta árabe de Bashir Abdel Al, y al escuchar las primeras notas inhalo una bocanada de aire que exhalo lentamente con los ojos cerrados: Es el caos perfecto, es la niña vendiendo flores casi tan silvestres como ella misma y el anciano estirando su flaca mano por las ventanillas de los vehículos como una caña de pescar en procura de asir por la boca un pez que debe morir para dar de comer. Me siguen temblando las manos.  ¿Qué será?

Llego a la casa y me pongo en ropa cómoda, sigo escuchando música y me dispongo a limpiar el carro, a sacar basuras que lleva  meses allí, que ya casi era parte del mobiliario del vehículo: cajas de chiclets  y botellitas de agua vacías, facturas del supermercado, alguna que otra semilla de una fruta que para saber cuál era tendría que sembrar la semilla y esperar a que germine, en fin. Entro la mano por debajo del asiento del conductor para sacar más basura, y siento algo duro, frío, cilíndrico. Lo tomo y empiezo a sacarlo, lleva un líquido, lo puedo sentir desplazarse en el cilindro que lo contiene. Ya mi mente presiente lo que es porque lo ha vivido muchas veces. Lo saco y efectivamente: una botella de ron casi enterecita. Un par de tragos mientras limpio el carro no le hacen daño a nadie, y me sirvo. Ya está bueno de música suave, a salseá esta vaina ¡Wepa, qué chulanga! “Uno se cura, yo te juro, amigo mío que uno se cura...”

La noche cae al igual que yo voy cayendo. El mundo no se abstrae de mi (todos me observan), yo, en cambio, me abstraigo del mundo (no los veo). Sigo en tragos y en rumba en “mode alone”, porque el problema es cuando me voy de parranda con esos tígueres del colegio, alcohólicos, degenerados. Si lo hago solo yo me puedo controlar porque no tengo la influencia de ellos, cuando digo “hasta aquí”, es “hasta aquí”, y punto. ¿Yo no soy un hombre? ¡Jú!

Tú ve’ ya yo estoy contentoso, ya yo tengo que ir parando, pero como el verbo se divide en tres sílabas: Pa-ran-do, así mismo lo voy a hacer: A tres caídas, con tres traguitos más a la roca. Que siga la ruuumbaaaaaa, que yo pago, para eso es que trabajo coño, para darme lo que quiero.

***

¡Mierquina! ¿Y qué hora es?

Me lanzo de la cama como un felino en alerta y alcanzo el reloj: 12: 36 p.m. ¡Mierrrrrda! ¿Y ahora? Un suspiro hondo, bien hondo.
Me tiro de nuevo en la cama, encuentro el celular entre las sábanas, busco con cierta dificultad añera  en los contactos hasta que al fin lo encuentro:

-¿Alo?-
-Colmado Juancito. Para servirle-.
-Pana, un litro de Brugal blanco y un jugo de naranja al edificio Acuario, apartamento 202. Devuelta para 1,000.00-.


Mayo de 2018
Baní, prov. Peravia
República Dominicana

martes, 21 de julio de 2020

Carta pública al presidente Luis Abinader Corona



Estimado Señor Presidente, Luis Abinader Corona:

Soy ante todo, amiga y colaboradora de su gobierno, y espero que siempre cuente con mi favor y el de millones de dominicanos y dominicanas que creen en la posibilidad de un cambio en República Dominicana. Vemos con entusiasmo algunas de sus designaciones. Yo, humildemente, me atreveré a hacer una observación.

Señor Presidente, el cambio que esperamos las dominicanas, no solo se circunscribe a que se reduzcan los niveles de violencia contra nosotras, el cambio incluye una mayor representación en todos los niveles de la administración pública: Qué justo sería ver la imagen de un Consejo de Gobierno en que haya representación de la mujer. Si no podemos tener paridad en la designación de ministerios, al menos sea justo.

Es un cliché pasado de moda que sean ministras las que dirijan el Ministerio de la Mujer y Juventud, por eso no es raro que los conservadores (esos que nos quieren de vuelta en las cocinas) aboguen por la eliminación de esos ministerios y propongan la creación del Ministerio de la Familia, para borrar nuestra presencia en el aparato administrativo de un solo plumazo, y conferirnos esa aura de esposa y madre, que nos ha costado tanto a nosotras, y que no engloba a todas las mujeres, porque muchas no son ni una ni la otra.

Yo esperaba mayor designación de ministras.

Es cierto que Usted comenzó designando a Milagros Ortiz Bosch y a Milagros Germán, como directora de Ética y Comunicaciones, respectivamente; y ha prometido que las gobernaciones estarán dirigidas por mujeres. Pero eso es peccata minuta, cuando se trata de poder y representación de la mujer. Todos sabemos que los gobernadores, en la especie de su gobierno: las gobernadoras, son cargos casi decorativos.

Colocar viceministras y directoras nos coloca un paso detrás de los hombres, como si nosotras no fuéramos la mitad de la población, como si no dejáramos el forro en los partidos y las campañas igual que ellos. Es como si necesitáramos un Pater Familias para poder ejecutar en una institución pública, como si no se nos pudiera dejar solas disponiendo.

No dudo en lo absoluto de la capacidad de las designaciones que Usted ha hecho hasta el momento como ministros, pero mi pregunta ante cada Twitdecreto es: ¿No existen mujeres con iguales o mejores condiciones que esos hombres?

Nosotras confiamos en Usted, en que ya nada será como antes, en que ya no seremos relleno, decorado, mujer florero, dádiva. No abogo por mí, Señor Presidente, no seré ministra. Abogo por todas las mujeres que luchamos por la paridad/ equidad/ igualdad, por una vida de libertad y oportunidades, por las que nos revelamos contra el Techo de Cristal.

Yo le pido de corazón, que nos envíe un rayo de luz a este túnel en el que llevamos siglos encerradas. Sigo confiando en Usted.

Afectos.

domingo, 12 de julio de 2020

Juana Castillo


Por Patricia Báez Martínez

Su nombre es común: Juana. Aunque años atrás acaparó las portadas de los diarios como cuando fue tres veces campeona en la disciplina deportiva heptatlón. Sí, ella es una campeona, pero negra pobre. Una madre soltera de El Seibo, una de las provincias con mayores niveles de pobreza en el país. Todo lo que ha conseguido en la vida, ha sido con esfuerzo y sudor: Sus medallas, sus cuatro hijos, su casa.

Quizá por ser su casa, la casa de sus cuatro hijos, siempre regresó a ella, aunque allí estuviera su agresor (su última pareja, 15 años menor que ella). Huir con sus hijos y dejarle la casa a su pareja o sacarlo y quedarse a expensas de que volviera a agredirla, son caras de la misma moneda: Violencia machista. Muchos hombres se creen que cuando eyaculan en una vagina o entran en el espacio físico de una mujer, otro hombre no puede entrar jamás, marcan tanto que la mascan.

Los familiares, amigos y entrenadores de Juana hoy dan cuenta de manera pública de que ella había expresado vivía una relación violenta, la cual dio al traste con el homicidio de su pareja, el joven Luis Disla, -a manos suyas- la noche del lunes pasado, cuando la efervescencia política no permitía que nos detuviéramos en el nombre y la vida de esta mujer, negra y pobre, y que –por demás- ha sufrido situaciones de violencia alternas a las del hogar, en las cuales no nos vamos a detener.

Juana se habría defendido esa noche, y en su defensa mató a su pareja ¿Por qué nos cuesta creerlo? ¿Por qué nos sorprendemos? ¿Porque no es común que una mujer mate a un hombre? ¿Porque en una relación violenta se espera que la víctima sea la parte supuestamente más débil, la mujer?

Quizá algunos/as prefieren ver al joven como una víctima de ella, porque ella le llevaba 15 años y era una ex atleta, es decir, una mujer con fuerza física. Pero el hecho de que su pareja tuviera 21 años y ella 36 no lo exime a él de actitudes y conductas machistas, incluida la violencia contra Juana, no lo veo como un menor víctima de una adulta, lo visualizo como un joven con problemas de personalidad, los cuales no sabía manejar y que estaba haciendo daño a todos en su entorno, no solo a Juana, también a los hijos de ella.

Las mujeres fuertes -hasta las feministas-, también sufrimos violencia ¿Quién dice que no? Cuando una viene a darse cuenta que está en una relación tóxica, muchas veces se le hace difícil romper inmediatamente, además de que las mujeres, en una gran proporción, se cree la leyenda urbana de que somos capaces de cambiar a un hombre, e insistimos en lo inviable, manteniendo vínculos que dan vuelta en un círculo de violencia del que muchas veces se sale muerta, loca o presa, como es el caso que nos ocupa.

Juana no podía irse, porque esa es su casa y la de sus hijos, la que obtuvo pidiendo por ni siquiera por sus medallas en el deporte fue compensada;  el que debió irse a tiempo es el hoy occiso, que según narra Juana la estaba agrediendo esa noche y ella temió que le cortara su sexo y por eso tomó las tijeras y le pegó con ellas en el pecho. Cuando la mujer está sometida a violencia no se le puede exigir las mejores reacciones, reaccionamos por instinto, y lo digo por experiencia propia, que solo pude calmarme cuando me indicaron pastillas para dormir, y al poder descansar en las noches eso  me quitó la ansiedad y todo lo que de ella se desprendía. Una mujer violentada sin asistencia psicológica, sin una red de apoyo, es una posible víctima, pero también una pistola sobada.  

¿Estaba recibiendo Juana asistencia legal y psicológica? De seguro no, porque en el batey que ella vive en El Seibo, eso no existe. Tampoco en Baní, pues la OPM de Baní sirve de muy poco (allí ni ayuda legal ni psicológica recibí en mi situación) viajé durante meses al Centro de Asistencia para Sobrevivientes de violencia desde Baní a la Capital, donde pude recibir asistencia psicológica gratuita, mas no la legal, porque ya yo estaba acusada ante la justicia por el verdadero agresor. Y este sistema penaliza a la mujer que cuando está siendo víctima de violencia, reacciona de manera violenta. Pero de Juana quizá no podíamos esperar otra cosa, porque Juana es una luz que ha brillado dentro de muchas oscuridades.  Juana hizo lo que el momento le indicó, y si bien no debemos aplaudir que hoy hay un hombre muerto; me siento satisfecha de que la muerta no es ella (no sé usted), ¿O acaso no nos hemos atiborrado la boca  y las redes de “Ni una menos”?

¿Dónde está el Ministerio de la Mujer?
¿Dónde está el Ministerio de Deportes?
¿Dónde están las feministas que gritaron “Ni una menos” vestidas de mamey?
¿Qué estaba haciendo el Ministerio Público de El Seibo para defender a las mujeres víctimas de violencia en medio de la pandemia, y entre ellas a Juana?

Quizá prefieran volver a ayudar a una Sandra Kurdas, que al final no sabemos si fueron ciertas o no sus acusaciones  contra el empresario y ex ministro Frank Jorge Elías, pero de lo que sí podemos estar seguras es de que hizo un buen negocio.

Entiendo que a muchas de las voces cantantes del movimiento feminista no les guste enlodarse, no les agrade lo obscuro, lo feo y hasta lo pobre, pero alguien tiene que hacer el trabajo sucio, porque todas las áreas de trabajo tienen sus extremos, y si usted es defensora de los derechos de la mujer, no puede ser solo en un área de confort para usted.

Pretender que las víctimas tengan un fenotipo X y  sigan un patrón Tal, es una actitud sistémica y como sistémica dentro del patricarcado en que vivimos, es machista. ¡A revisarse!

viernes, 10 de julio de 2020

El PLD, haciendo oposición antes de dejar el gobierno

Por Patricia Báez Martínez

Será el próximo 16 de agosto cuando el Presidente Danilo Medina entregue el gobierno al presidente electo Luis Abinader Corona, pero desde antes se sienten ya los aires de oposición de parte del colectivo morado, que se cree con autoridad moral de trazar pautas  a los nuevos inquilinos del palacio de la Presidencia.
Cuando en las elecciones de marzo el PRM obtuvo el mayor número de alcaldías, el gobierno -a través de instituciones como la Contraloría General de la República y el Banco de Reservas, entre otras; y del Ministerio de Administración Pública (MAP)- limitaron el accionar de los alcaldes de la oposición recién electos dilatando el proceso de reconocimiento de las firmas de los nuevos alcaldes en la entidad bancaria, así como las declaraciones del ministro de Administración Pública advirtiendo a los nuevos incumbentes de que no podían cancelar a empleados de las alcaldías, en especial los que están amparados por la Ley de Carrera Administrativa. Se le olvidó a Ramón Ventura Camejo tomar la misma actitud en defensa de los empleados públicos cuando el gobierno de Danilo Medina sacó de las instituciones públicas a  todo el que oliera a Leonel, como cuando canceló al ex director del hospital Ney Arias Lora, Amaury García Silverio, a pesar de haber éste encabezar una corta y excelente gestión que redujo la deuda con suplidores del centro asistencial de 302 millones de pesos a 85 millones.
Este 5 julio fue la segunda derrota consecutiva del partido oficial en lo que va de año, ya #sevan, pero quieren dejar al PRM atado de manos con una abultada nómina pública (sin contar las nominillas) o que sea visto por los eventualmente cancelados como "el malo de la película", y ellos como sus defensores.

El PRM, al margen de la citada ley, debe hacer valer su derecho de partido ganador, por las siguientes razones:

  1. Todo el que trabaja en la administración pública es consciente de que esos trabajos no son para siempre, que son posiciones transitorias, y cuando hay cambio de gobierno nadie está seguro/a. 
  2. El PRM debe disponer de los empleos públicos para satisfacer la necesidad de trabajo-reconocimiento de sus dirigentes, votantes y seguidores, además de que los nuevos funcionarios necesitan rodearse de personas de su confianza, máxime: que no tengan responsabilidad en actividades corruptas que han caracterizado a esta gestión. 
  3. Los nuevos funcionarios tienen derecho a sacar de las nóminas a las "botellas".
  4. Porque la Constitución, en su artículo 39, consagra el derecho a la igualdad de todos los dominicanos y dominicanas, sin privilegios (numeral 1), por lo tanto, si 600 mil peledeístas tuvieron derecho a trabajo en la administración pública, de la misma manera los dirigentes, militantes y seguidores del PRM tienen ese mismo derecho, exceptuando los empleados adscritos a la carrera administrativa, siempre que éstos no violenten el Código de Trabajo ni los reglamentos internos de las instituciones para las que laboran.
  5. Porque de acuerdo a los informes del Banco Central y del Gobierno, la economía dominicana -bajo los gobiernos de Danilo Medina- se ha robustecido y el sector privado puede absorber sin problemas a los peledeístas que queden sin empleo, además de que el clima de oportunidades creado por esas gestiones gubernamentales es propicio para el emprendimiento. 
  6. Y porque el PLD está evidenciando desde ahora que ya comenzó a hacer oposición sin siquiera estar fuera del poder presidencial y congresual, y bien dice un dicho: "Cría cuervos y te sacarán los ojos".  Pues que los jerarcas del PLD, que pretenden proteger a esos 600 mil empleos, les den empleo en sus empresas a sus protegidos.