domingo, 14 de diciembre de 2008

No lo buscaba, pero lo hallé

Estoy haciendo un levantamiento de informaciones generales sobre doscientas comunidades a nivel nacional, entre ellas el distrito municipal Amiama Gómez de la provincia de Azua. Introduje en "San Google" el término Amiama Gómez y ¡olalá! encontré una de las perlas de Don Jacinto Gimbernard publicada ésta en la desaperacida Revista Ahora.

Leyendo este escrito navegué por los recodos de mi vida, de la razón de ser de mi familia y de la sociedad como gran familia. Y siguen tan actuales sus reflexiones y nos tocan tanto, que no pude más que invitar al Maestro a mi mesa a compartir un café para que les recite -recalentaditas- estas sabias palabras. ¡Bon apetite!

De razonamiento, elección y acción

Por Jacinto Gimbernard Pellerano.

Este primo de mi padre, Xavier Amiama Gómez, era dueño de una formidable capacidad de impacto. Visionario de altos vuelos, estaba convencido de que nuestro país no estaba condenado al desorden y la miseria que embarraron nuestra vida republicana. Contrariamente al criterio de sus contemporáneos –mientras más cultos, peor–, quienes consideraban que los dominicanos éramos inferiores a los nacidos en cualquier otro país, Amiama Gómez veía posibilidades infinitas en nuestra gente, valores positivos y esenciales que yacían en bruto por falta de educación y disciplina, que podían obtenerse con un radical cambio de rumbo político.

Y es que el Estado –así lo decía él– educa y disciplina con su ejemplo, su aplicación de la lógica, su claridad en la elección de prioridades, su austeridad y la veracidad de una buena intención nacional.

Aún en los más tiernos años de mi infancia recuerdo su enfática frase, a menudo repetida: “Hay que saber optar”.

Pero optar, decidir, elegir, es tarea espinosa, resbaladiza y engañosa. Por algo los alemanes tienen la frase: “Quien tiene la elección tiene el tormento” (Wer die Wahl hat, hat die Qual). Pero hay que elegir. Con todo lo tormentoso que tal cosa sea.

La vida humana es aprendizaje y metamorfosis, es cambio por el conocimiento. Pero es necesario interesarse por el conocimiento, empeñarse en la superación: no estamos condenados a que la República esté manejada por personajes incapaces en todos los terrenos, con excepción de las áreas de la ambición personal desmesurada y delincuencial.

El desgarrador espectáculo que se montó en la Cámara de Diputados el recién pasado 16 de agosto, en una indigna lucha por la presidencia de la Cámara Baja, que se expresó con acciones de turbas salvajes, nos alerta acerca de los peligros que corremos con tal tipo de autoridades que se suponen representantes del pueblo. Por supuesto que tales personajes no representan a la gente decente. Parecen ser representantes de malandrines, mafiosos y criminales de toda índole.

Henrik Ibsen, gran maestro del teatro naturalista, tiene un personaje, el predicador Brand, que exclama: “¡La voluntad es la que importa!” (...) “La voluntad desliga o mata; la voluntad puesta por entero en todo lo que está diseminado, tanto en lo dificultoso como en lo fácil”.

Aquí todo luce diseminado e incoherente, y hace falta un acopio de voluntad para lograr una modificación contundente, dentro de los límites de las posibilidades humanas.

No vamos a conseguir santos para el desempeño de las funciones en los tres altos niveles del Estado: lo legislativo, lo ejecutivo y lo judicial.

Pero tampoco podemos conformarnos con que sus miembros sean tan descaradamente defectuosos y bajos.

Estamos encerrándonos –como si no hubiese remedio– en una fijación de los valores negativos, lo cual me trae a la memoria uno de los Sonetos a Orfeo, de Rainer María Rilke:

Lo que en la fijeza se encierra, está
/ya entumecido;
¿se cree acaso seguro tras la gris
/inapariencia?
Espera. Algo más duro amenaza
/de lejos a la dureza.
¡Ay! El martillo invisible se suspende.

Ya son muchas las veces que he expresado mi opinión –que muchos comparten– de que son urgentes las necesidades de correcciones. No hay mucho tiempo. El país, con tantas buenas posibilidades, pasa de un error a otro, tranquilamente, como si nada catastrófico sucediese.

Yo creo, como Amiama Gómez, que nuestro país no está condenado, por defectos inherentes a su pobre calidad humana, a un permanente agobio de miseria, injusticia y desorden. A un progreso y abundancia de grupos minúsculos, a costa de atraso y carencia de multitudes.
No queremos que “se tomen medidas” o se anuncie la “toma” de esas medidas que por fin nunca marcan ningún tamaño ni propician soluciones.

Queremos acción.
Queremos voluntad de raciocinio, justicia y lógica.
Actuando ya.

1 comentario:

Manuel Miranda dijo...

Exitos y feliz navidad y año 2009 a ti y tu hermana Sheila.