La elección de la diseñadora de modas Yvonne Chaín Sasso como senadora por la provincia de El Seibo, demuestra no sólo hasta qué punto son utilizadas las mujeres por los hombres en sus objetivos político-económicos, sino el descaro con que se maneja el PLD en su sabana de poder que va desde la avenida México hasta la Jimenez Moya, y que se ha extendido con los fondos del erario nacional por toda la geografía nacional.
Yvonne Chaín Sasso es la suegra de Ricardo Jacobo, director del Inespre, ex precandidato a senador por la citada provincia cuya candidatura no fue inscrita por la Junta Central Electoral a pesar de su opulencia económica y cercanía con el Presidente, por el simple, sencillo, pero constitucional hecho de no haber nacido ni residido por cuatro años consecutivos en la demarcación por la que pretendía postularse en las elecciones recién pasadas.
¿Que ella es la suegra de Jacobo? ¿Y? Si ya el nepotismo no es nada nuevo en estos lares, pero en verdad no fuera nada si las otras dos personas que conformaban la terna de tres nombres sugeridos por el Presidente al Senado no son esposa y hermano del funcionario: Franchesca Trigo y Cristian Jacobo Cabrera, toda una “terna familiar”.
Las interpretaciones van desde que el Comité Político y el Presidente aceptaron y refrendaron la terna reconociendo en Jacobo su potestad sobre la vacante que dejó su padre al morir, hasta que el interés forma parte de una estrategia principesca de colocar a otro “hombre del Presidente” en el Senado; otro Reinaldo, o -mejor dicho- otro Bautista, después de que “la reelección podría generar tensión” dentro del PLD.
Lincoln Jacobo fue la figura con más luz dentro de este entramado político familiar. Aceptó participar las elecciones para complacer las aspiraciones truncadas de su hijo, pero la vida le jugó una mala pasada, muriendo antes de asumir la curul de Senador. Las aves de carroña ya sobrevolaban por Palacio buscando ser premiados sin el menor esfuerzo con el cargo que se ejerce sobre el barril.
Ricardo Jacobo, ni tonto ni perezoso, movió sus piezas en el PLD y en el Palacio para que la terna estuviera compuesta por gentes de su entera confianza, gentes que al poder demostrar, en no más de dos años, una supuesta residencia en El Seibo, renuncien y él sea, ¡por fin!, el senador de ese hato.
No puede haber futuro más ominoso para un pueblo, que alguien sin arraigo en él, se arrogue el derecho de que es su feudo.
Sería mezquindad no reconocer el esfuerzo que hizo el joven funcionario en lograr, por los mecanismos correctos, pero de forma incorrecta, ser el candidato del partido de Gobierno en ese pueblo de transición familiar para él, pues ni su padre, ni su madre, ni él nacieron allí; pero no seamos tontos, no nos chupemos el dedo gordo del pie. Ricardo Jacobo instaló sus carpas en El Seibo y construyó y distribuyó gracias a su cercanía con el primer mandatario y a los recursos que les fueron puesto en sus manos.
Es muy fácil así.
Como no fue él, fue su padre, y si aún pasados los comicios no podía ser él porque aún la Constitución se lo impedía, sería su suegra, su esposa o su hermano, toda una dinastía de trepadores políticos; con el perdón de la memoria de Lincoln Jacobo, un hombre que sin conocerlo merece respeto y que a sus 68 años no necesitaba ser legislador, pero que amaba a su hijo y con él, sus sueños.
Falló el Comité Político, falló el Presidente y falló el Senado, todos estos estamentos de decisión democrática y colectiva partidaria y estatal, supeditaron sus poderes, sus prerrogativas, a la voluntad de una sola persona, al deseo de un solo hombre; y como si la sociedad fuera una familia, como en realidad lo es, estamos mal criando a nuestros hijos, complaciendo -sin más- sus deseos como si de comprarle un carrito de cuerda se tratara. E.P.D. para los girondinos de El Seibo.
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