domingo, 7 de octubre de 2018

Víctima y victimario atípicos


Sé que no soy fácil de manejar por el sistema: No llegué hasta 8vo curso, no me gusta el reggaetón, y no busco una pareja para que me de un plato de comida y me pague el salón los fines de semana.

Sé que me sé los términos legales y conozco algo de derecho, aunque sea periodista, y eso molesta desde abogados, pasando por fiscales, hasta jueces.  

Sé que molesto a las secretarias del sistema, porque cuando siento mis derechos vulnerados, les pregunto sus nombres para anotarlos. Y creyendo que con esto ejerzo mi derecho ciudadano a estar informada de quién me ofrece el servicio deficiente, provoco que me traten peor. Ya aprendí que a los/las empleados/as del sistema les gustan los/las usuarios/as que imploran, que piden, que suplican, que casi lloran solicitando que los dejen ver al fiscal.

Sé que tengo ideas y opiniones propias y que me gané que una psicoterapeuta que debía detectar si había sido víctima de violencia, me echara de la consulta por decir que la directora del PACAM no es feminista, según mi criterio. Sí, en lugar de ayudarme, me dió una patada por el c...

Sé que mi verdugo nunca me ha golpeado, y que al sistema le encanta la sangre:  Los moretones en los ojos, las suturas en la cabeza, los dientes y costillas rotas, y hasta los feminicidios. Todo esto justifica la necesidad de aumentar los presupuestos a las instituciones encargadas de proteger a la mujer.

Sé que mientras la mayoría resuelve sus problemas de familia de manera íntima, porque “esas cosas no se hacen públicas” o "los trapos sucios se lavan en casa"; yo las ventilo, las saco a tomar el sol, porque en lo privado siempre ha estado el peligro para la mujer. Sería capaz hasta de sacarme una teta delante de un juez si con ello le muestro el golpe recibido “debajo del ala”, como le dicen ellos a esos golpes no visibles, los que las mujeres, por temor a mostrar su intimidad, prefieren ocultar.

También sé que él no es un victimario común. Él nunca me ha golpeado, como les dije. Pero ojalá lo hubiese hecho, ya de ese dolor hubiese sanado, y él estuviera cogiendo moho en una cárcel.

Sé que es calculador, frío, perverso, que le gusta darme por donde más me duele: Mis hijas.

Sé que no es un arrastrado de Los Guandules o La Ciénaga, sin influencias, no. 
Él conoce personas, se codea con decisores públicos o allegados a éstos. Logra viciar los procesos.

Sé que da una imagen de hombre correcto, viste de forma correcta y se comporta de forma correcta, aunque en el fondo sea una alimaña que no vale ni el esfuerzo de pisarla.

Sé que es difícil no creerle, más para sus amigos/as, que lo tienen en un buen sitial, donde mi familia y yo lo teníamos hasta conocer sus bajos instintos, mentiras y manipulaciones.

Sé que cuando nos enfrentamos es como si dos huracanes categoría 4 chocaran, que no hay fiscal que nos soporte juntos, porque luchamos al más alto nivel y sin piedad.

Sé que se me hará difícil librarme de este lastre del pasado, de este odio que me persigue y me envuelve cada cierto tiempo, en especial por haber defendido a mis hijas. No soportan que les haya quitado las caretas en público, y no agradecen ni agradecerán la libertad de la que disfrutan hoy. Mas no hay mal que dure cien años… y mi cuerpo los resistirá.

Entiendo perfectamente lo confuso que cualquier autoridad o persona se pueda sentir frente a este conflicto.  Soy consciente. 

1 comentario:

Unknown dijo...

Señora Báez, buenas noches!

Conocí hoy su blog por casualidad.

Me gusta cómo escribe y admiro la valentía conque enfrenta los atropellos e injusticias.

En particular me gustó este artículo.

Podría saber en qué ha quedado la falsa acusación que le hizo la fiscal?

Le respondió Bolívar Sánchez?

Lo ha hecho el sistema de justicia del país?