martes, 8 de julio de 2008

Ingrid

Cuánto te hemos extrañado y esperado
Eras una diana en la selva que nos cegaba el sueño
Cuántas noches que para ti fueron días
Y Cuántos días que para Yolanda fueron noches.

Eres el rostro de la jungla enmarañada
Muchos, como tú, perdieron en ella su libertad.
Con lamento, debió ocurrir esta terrible historia
Ahora, esos rostros sin rostros, tienen voz, tu voz.

Te imagino, alada y desnuda, colgar de una cruz
La guerrilla clava en tu mano derecha el fierro
Así mismo lo hace en la izquierda el gobierno
La indiferencia de todos te corona de espinas.

¡Oh, Ingrid, cómo te extrañamos!

Que la maldad y la desidia no trochen el encanto
De esa natural y pura sonrisa, de la mirada tierna que abraza al mundo
Del pensamiento que en ti navega contra corriente,
Disparando balas de amor a derredor, sin hechas ni sospechas.

¡Bienvenida!


Foto tomada de www.huffingtonpost.com

1 comentario:

Fernando dijo...

No sé si lo habrás pensado, pero ante todo el sufrimiento que Ingrid Betancourt pasó y del cual no se recuperará en mucho tiempo, ¿no te parece que los sufrimientos nuestros son minúsculos? Si ella pudo sobrevivir a todas las vicisitudes de la selva y al aprisionamiento inhumano en que la mantuvieron en contra de su voluntad por más de 6 años, me imagino que nosotros podemos sobrevivir a problemas mucho menores que esos. ¿No crees? Ella ciertamente es un ejemplo digno a seguir.
¿Te animas a parecerte un poco a ella?