Las instituciones de Poder de República Dominicana y los sectores conservadores siempre se han quejado del modo de lucha de los movimientos sociales y sindicales del país. De los paros, de los piquetes, de las manifestaciones populares que devienen en violencia. Y con justa razón.
Pero cuando esos mismos grupos deciden agotar procesos de lucha ante funcionarios enshakirados (ciegos, sordos y mudos), como diría mi hija, las instituciones de Poder deben respetar dichos procesos, los cuales son de derecho, democráticos y –en este caso- justos. A un maestro o médico, no se le trata como a un delincuente.
Como ciudadana y ciudadano, uno piensa en las principales necesidades: casa, salud, educación y alimentación.
La primera de ellas la maneja un capital económico poderoso regido por el libre mercado. A Mélido Marte nunca lo veremos piqueteando en Palacio o en Obras Públicas, porque Mélido sabe que los pobres no tienen con qué pagar, y dirige sus proyectos a un público selecto. La segunda y tercera necesidades nos la satisfacen –en su mayoría- esos hijos de machepa que decidieron ir a la universidad para ser alguien, para no ser “echa día” o ama de casa como sus padres.
Ellos se emburujan con “las masas” que no pueden acceder o son rechazados por los servicios privados de salud y educación. Que no son los mejores, que sólo van por unas horas a los hospitales, que no cumplen con el calendario escolar; ya eso le corresponde al “empleador” resolverlo, porque ningún empresario cierra su empresa porque el personal es de baja calidad y no cumple la jornada. Este tomará medidas: motivación, capacitación y control. Pero no se cruza de brazos.
El Gobierno no puede ignorar a los médicos y no dar respuestas a las demandas, porque ni puede cerrar los hospitales ni el sistema sanitario nacional soporta más carencias. Negarse a enfrentar este problema es irresponsabilidad, adornado con una guirnalda de injusticia, pues los secretarios y subsecretarios, como los de Salud Pública, ganan –como mínimo- cuatro veces más que un médico que ofrece servicios en los hospitales.
La cuarta necesidad: alimentación; nosotros los dominicanos nos la estamos “bandeando” como podemos. Los 15 y 30 comemos carne de res, pescado o camarones y hasta unos guandulitos verdes, luego nos vamos a pollito Pérez, berenjenita, tayotica, saldinititica. Muy calladitos por cierto, criticamos en susurro en los supermercados, pero al final sacamos la tarjeta o los pesitos en la caja sin más que agregar, pura resignación.
En resumen, Señor Presidente, (ay, coño, se me safó que esta vaina e pa él) las dominicanas y dominicanos nos la estamos jugando con los alquileres en 15, 20 y 25 mil pesos; con el arroz a 23, las habichuelas a 35, la carne de pollo a 37, el huevo y el pan a 5, el plátano a 10…; es justo que Usted le dé un poco de tranquilidad y sosiego a esos dominicanos que ni cogiendo prestado a rédito pueden llevar una hija o hijo a una clínica. Sin olvidar pedir disculpas, claro está, porque las facturas sociales son costosas y acumulativas.
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2 comentarios:
¿Sabes qué?
Abrirse a sugerencias nunca es mala idea siempre y cuando la última decisión sea uno que la tome. El cambio siempre es bueno cuando es uno que lo asume y acepta sus consecuencias.
A veces es de sabios escuchar....¿No es eso lo que le pedimos a los gobiernos? Y si es bueno para ellos porqué no podría ser bueno para nosotros.
Dar el el brazo a torcer no siempre es una medida de debilidad sino de fortaleza...
Y demás está decir que me encanta esta reflexión que has hecho y se lee mucho más fácil en este nuevo diseño del blog...
Claro que sí, Fernando, tienes toda la razón, pero hay que acotar que tomar una actitud de conciliación, diálogo y negociación, como la que sugieres, no es simple pose política y mediática, porque si se asume como tal se le llamaría populismo; y no es populismo por lo que pedimos al Ejecutivo.
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