Para aquellos dominicanos que han logrado una carrera profesional o un nivel económico holgado, resulta cuesta arriba pensar en viajar ilegal a Puerto Rico, Estados Unidos, España, u otro país cuya moneda sea exponencialmente más cotizada que el peso dominicano. Les resultan descabelladamente arriesgados esos viajes que terminan en zozobras de yolas en altamar, muertes en el tren de aterrizaje de los aviones, en trata de blanca y hasta tráfico de estupefacientes. Es cierto, es descabellado. Sin embargo, “el corazón de la auyama solo lo conoce el cuchillo”.
Mientras apenas el 25 porciento de los estudiantes de la principal universidad del país logra obtener un título universitario, la tasa de desempleo se sitúa actualmente en 15 porciento (según datos de la Cepal), cifra que alcanza hasta un 30 porciento entre los jóvenes. El 20 porciento de la población nacional vive en condiciones de pobreza, mientras un 10 porciento se reparte el 50 porciento de las riquezas. ¿Dónde quedan pues las esperanzas de millones de dominicanos sin formación y/o oportunidades a acceder -como mínimo- a un sueldo de miseria?
Las esperanzas se esfuman y a los sueños le nacen alas que transportan a esos ciudadanos a las frias calles de una ciudad donde las condiciones de vida son mejores, aunque no se igualen a las de los nacionales o nacionalizados de esos países. Es mejor ser marginado allá que aquí, dirían ellos. Una visa, un machete, una yola, un furgón, un contrato de trabajo dizque para trabajar en una casa de familia, en fin, cualquier vía que les permita salir de estos 48 mil kilómetros cuadrados de los que no poseen ni un metro de tierra y un jorcón.
Al acecho están los traficantes de mujeres y niños, los coyotes, los capitanes de viajes en yola, los inspectores de migración corruptos; todos amparados -de una u otra forma- por un funcionario o militar “conectado”. Si el viaje termina con éxito y la persona logra su objetivo sin que sean violentados sus derechos humanos, ¡bien! Este artículo no tendría por qué haber sido escrito ni usted por qué leerlo. Mas esos aspirantes a una vida mejor son generalmente engañados por mafias bien o mal organizadas, pero a fin de cuentas engañados.
Y de ahí los casos de dominicanos muertos o asesinados intentando llegar a “mejores tierras”, tratando de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos, o de llegar a Puerto Rico en un contenedor, o a Miami en el tren de aterrizaje de un avión, o en un burdel de algún país europeo o centroamericano. Y a ese viacrucis todo lo ilegal se le une, como si no fuera suficiente ser un ilegal en tránsito: Tráfico de drogas, de armas, robo, violaciones sexuales, prostitución, extorsión, trabajo forzoso y un sin fin de desgracias más.
Si se quedan, se joden, si se van se los come “el cuco”, no importa el color que tenga. Definitivamente están como la arepa: Candela por arriba y candela por abajo.
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2 comentarios:
Me estoy enterando de lo que sucede en tu país por la lectura de tu blog. Y a mí que me gusta la literatura, de ningún modo se me puede escapar una frase como “el corazón de la auyama solo lo conoce el cuchillo”
Maravillosa.
Un saludo cordial
Me extraña que Erasmo siendo sacerdote no haya dejado fuera de su sentencia a los dulces.
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