jueves, 17 de abril de 2014

Blanca Nieves y el mago Merlín


Por Patricia Báez Martínez

La cuentística infantil y rosa está atiborrada de imágenes en las cuales la mujer es ocultada en su infancia u otra etapa temprana de su vida, como la adolescencia, para luego reaparecer y disfrutar de afectos y bienes que les habrían sido conculcados por seres malvados. Blanca Nieves, tal vez, sea el primer ejemplo de este tipo de estereotipo  con el que inicia el  mundo imaginario de las niñas, y con el cual se enseña a que tras un largo sufrimiento, aparecerá ese príncipe azul, poseedor de un gran castillo y una elegante carroza, que después de un beso, le hará feliz, supuestamente para siempre. Nunca hay segunda parte de estas historietas, para saber si terminaron en divorcio.  Existe una película sobre el rey galo Luis XIV en la que se narraba la existencia de un hermano gemelo del monarca, que fue ocultado en la prisión de La Bastilla y tras la rebelión de la nobleza, habría sido rescatado para que ocupara el lugar del rey.

¿A qué viene el tema? Meses atrás le regalé a mi hija pequeña el libro ‘Merlín el mago’. Fue lo que hallé atractivo para ella en ese momento en una tienda por departamentos de Santo Domingo. Hoy, mientras ella lo releía, puse atención a los argumentos.

Arturo, el hijo del rey de Inglaterra habría sido llevado a la zona rural, a casa de un campesino que se ocupó de su formación, según lo pidió el rey al mago Merlín. Siendo extraño que si se le responsabilizara de su educación, el príncipe fuera criado por un campesino y no por un noble, además, ocultando su verdadera identidad, hasta que un día, por pura coincidencia de la vida, Arturo, ya adolescente, logra sacar la espada Excalibur de un yunque y demuestra, supuestamente sin proponérselo, que es hijo de Uther, el rey ya muerto, y es ascendido al trono.

Recordé a Blanca Nieves y a tantos personajes de novelas latinoamericanas, historietas en las que se narran historias similares, aunque existe una gran diferencia en la asignación de roles de género en la cuentística infantil dominante.

Mientras las mujeres al reaparecer ganan un esposo e hijos, y viven en un castillo que no es de ellas, sino del príncipe o rey al que le resultan “graciosas”, y una supuesta vida feliz; tomando como referencia la película antes citada -de la tradición francesa, y el cuento del mago Merlín, de la tradición inglesa-, es evidente que el hombre predestinado por su estirpe, al reaparecer, asume el poder, en este caso el poder político, que es la llave a  todos los demás poderes.

Blanca Nieves pasa de limpiar pisos a vivir en un castillo, pero Arturo pasa de una vida de niño campesino a gobernar Inglaterra, siendo abismal la diferencia de beneficios-privilegios entre ser una simple esposa-madre a ser el rey de un determinado territorio y población.

Siendo que en los tiempos de Blanca Nieves, y dada su escasa formación profesional, ser esposa-madre de un príncipe, era de por sí un gran privilegio, no dejamos de observar que el premio otorgado a Blanca Nieves se corresponde con el contrato social del matrimonio en el que la mujer se convierte en una simple replicadora del estatus quo, asumiendo una función de compañera o acompañante del real tomador de decisiones, tanto de tipo social como políticas y económicas.

En estos albores del siglo XXI, las expectativas de felicidad de la mujer no se limitan al matrimonio, los hijos, la casa y el automóvil. Arturo corre con más suerte, siendo que el poder político fue y sigue siendo atractivo, incluso para muchas mujeres, antes relegadas al papel de Blanca Nieves.

Ya el daño está hecho, pero vale la pena preguntarse: Por qué se mantiene y sigue teniendo demanda en el mercado este tipo de literatura infantil. Conocemos cuentistas infantiles excelentes, con una perspectiva social muy diferente, incluida la de género, y, sin embargo, estos no proliferan con tanta abundancia y frecuencia en las librerías locales, como sí ocurre  con este tipo de literatura alienante.


Encontrar un libro de cuentos adecuado para un niño o niña que una pretenda educar con una visión diferente del mundo y de ella misma, se convierte así en una tarea de horas, es convertirse en pescador de libros: Lanzar el anzuelo, no pescar nada o atrapar un pez o muy pequeño o un zapato, hasta que tras horas de lecturas, encuentras uno que otro libro que reúne las características adecuadas para el lector. Un personaje libre de estereotipos y prejuicios y un lenguaje y diálogo sencillos, adaptados a su edad, pero que al mismo tiempo los rete a pensar, a avanzar en la formación de su cerebro, pero ante todo en la construcción de una personalidad libre de ataduras. 

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