Por Patricia Báez Martínez
La cuentística infantil y rosa
está atiborrada de imágenes en las cuales la mujer es ocultada en su infancia u
otra etapa temprana de su vida, como la adolescencia, para luego reaparecer y
disfrutar de afectos y bienes que les habrían sido conculcados por seres
malvados. Blanca Nieves, tal vez, sea el primer ejemplo de este tipo de
estereotipo con el que inicia el mundo imaginario de las niñas, y con el cual
se enseña a que tras un largo sufrimiento, aparecerá ese príncipe azul,
poseedor de un gran castillo y una elegante carroza, que después de un beso, le
hará feliz, supuestamente para siempre. Nunca hay segunda parte de estas
historietas, para saber si terminaron en divorcio. Existe una película sobre el rey galo Luis XIV
en la que se narraba la existencia de un hermano gemelo del monarca, que fue
ocultado en la prisión de La Bastilla y tras la rebelión de la nobleza, habría
sido rescatado para que ocupara el lugar del rey.
¿A qué viene el tema? Meses atrás
le regalé a mi hija pequeña el libro ‘Merlín el mago’. Fue lo que hallé
atractivo para ella en ese momento en una tienda por departamentos de Santo
Domingo. Hoy, mientras ella lo releía, puse atención a los argumentos.
Arturo, el hijo del rey de Inglaterra
habría sido llevado a la zona rural, a casa de un campesino que se ocupó de su
formación, según lo pidió el rey al mago Merlín. Siendo extraño que si se le
responsabilizara de su educación, el príncipe fuera criado por un campesino y
no por un noble, además, ocultando su verdadera identidad, hasta que un día,
por pura coincidencia de la vida, Arturo, ya adolescente, logra sacar la espada
Excalibur de un yunque y demuestra, supuestamente sin proponérselo, que es hijo
de Uther, el rey ya muerto, y es ascendido al trono.
Recordé a Blanca Nieves y a
tantos personajes de novelas latinoamericanas, historietas en las que se narran
historias similares, aunque existe una gran diferencia en la asignación de roles
de género en la cuentística infantil dominante.
Mientras las mujeres al
reaparecer ganan un esposo e hijos, y viven en un castillo que no es de ellas,
sino del príncipe o rey al que le resultan “graciosas”, y una supuesta vida
feliz; tomando como referencia la película antes citada -de la tradición
francesa, y el cuento del mago Merlín, de la tradición inglesa-, es evidente
que el hombre predestinado por su estirpe, al reaparecer, asume el poder, en
este caso el poder político, que es la llave a todos los demás poderes.
Blanca Nieves pasa de limpiar
pisos a vivir en un castillo, pero Arturo pasa de una vida de niño campesino a
gobernar Inglaterra, siendo abismal la diferencia de beneficios-privilegios
entre ser una simple esposa-madre a ser el rey de un determinado territorio y
población.
Siendo que en los tiempos de
Blanca Nieves, y dada su escasa formación profesional, ser esposa-madre de un
príncipe, era de por sí un gran privilegio, no dejamos de observar que el premio
otorgado a Blanca Nieves se corresponde con el contrato social del matrimonio
en el que la mujer se convierte en una simple replicadora del estatus quo,
asumiendo una función de compañera o acompañante del real tomador de decisiones,
tanto de tipo social como políticas y económicas.
En estos albores del siglo XXI,
las expectativas de felicidad de la mujer no se limitan al matrimonio, los
hijos, la casa y el automóvil. Arturo corre con más suerte, siendo que el poder
político fue y sigue siendo atractivo, incluso para muchas mujeres, antes
relegadas al papel de Blanca Nieves.
Ya el daño está hecho, pero vale
la pena preguntarse: Por qué se mantiene y sigue teniendo demanda en el mercado
este tipo de literatura infantil. Conocemos cuentistas infantiles excelentes,
con una perspectiva social muy diferente, incluida la de género, y, sin
embargo, estos no proliferan con tanta abundancia y frecuencia en las librerías
locales, como sí ocurre con este tipo de
literatura alienante.
Encontrar un libro de cuentos
adecuado para un niño o niña que una pretenda educar con una visión diferente
del mundo y de ella misma, se convierte así en una tarea de horas, es convertirse
en pescador de libros: Lanzar el anzuelo, no pescar nada o atrapar un pez o muy
pequeño o un zapato, hasta que tras horas de lecturas, encuentras uno que otro
libro que reúne las características adecuadas para el lector. Un personaje
libre de estereotipos y prejuicios y un lenguaje y diálogo sencillos, adaptados
a su edad, pero que al mismo tiempo los rete a pensar, a avanzar en la
formación de su cerebro, pero ante todo en la construcción de una personalidad
libre de ataduras.
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