lunes, 7 de septiembre de 2015

Mana: Una santa y tres visiones


Por Patricia Báez Martínez

Cuando se llega a Mana, a mano de derecha en la carretera, se divisan sin obstáculos dos ermitas pintadas de azul cielo (el color de La Pura y Limpia), pero allá arriba, en El Firme, está la principal, la que fundó Viviana de la Rosa en 1909, apenas seis años antes de la primera ocupación militar estadounidense a la isla. Según la tarja sobre sus restos mortales, Viviana fue una evangelizadora de la zona que murió en 1925 y dejó una romería en las zonas aledañas,  de manera especial en Baní. Ella designó como su sucesor a su hijo Fabián de la Rosa y éste a su hijo Porfirio de la Rosa Félix (Pipín), quien a su vez designó a Bartola de la Rosa (todos fallecidos); hoy está a cargo Dominga (Carmen) de la Rosa, una mujer de fe y reciedumbre. Para la fiesta a “la madre”, la Virgen de Las Mercedes, la auxilia su hermano menor, Marcelino (Mingo) de la Rosa.

¿Quién fue Viviana de la Rosa?
Se dice que sus padres, María Benita de la Rosa y el Indio Quiterio, eran de San Juan de la Maguana (Suroeste). Es considerada una evangelizadora, la mayoría de sus descendientes niegan que fuera hechicera o curandera. “No era curandera. Aquí nunca se ha hecho hechicería. Aquí se hacía el Santo Rosario con el Evangelio. Viviana no era curandera, ella no leía taza, tampoco preparaba remedio. Ella con su amor que tenía ayudaba a los demás”, defiende con vehemencia Dominga.

Otros tienen datos disidentes, como que era vidente sin necesidad de montarse, y que leía la orina. Su historia se vuelve leyenda y se funde con los cimientes de nuestra historia. Antes de morir, en 1925 - apenas un año después que los marines abandonaran la isla- le habría dicho a Trujillo que lo veía siendo presidente. Pero nada de esto es comprobable, son historias contadas a sus descendientes a la luz de las lámparas jumeadoras. Es así como Viviana de la Rosa se pierde en el tiempo llevándose consigo su verdad.

“La Rosa”
Ella llevó el apellido de su madre, como toda su descendencia, porque quien no tienen el apellido De la Rosa de primero o segundo, lo asume de manera informal, es un símbolo. Tuvo siete hijos: Emilia, Dominga, Juana, Fabián y Brígida.  De las ramas familiares de Dominga, Emilia y Fabián es que han salido los continuadores de la tradición manista.

Emilia, la mayor de las hijas de Viviana de la Rosa, fue la madre de Encarnación, Dolores, Genoveva, Leonilda, Puto y Luis.  Dolores, la segunda hija de Emilia, tuvo diez hijos: Antonio, José Antonio, Juana, China, Tita, Candelario, Candelaria (Popona), Catalina, Crucita e Ismael. De todos ellos, Popona fue la quien habría recibido el llamado de la difunta Viviana para levantar, previo a la Revolución de Abril, una ermita en Monte Bonito de Mana. Allí también se venera a la virgen de Las Mercedes y a La pura y limpia al amparo del cristianismo católico.

Dominga, la segunda hija de Viviana, fue la madre de Socorrito Arias, Lao (apodo),  Octavia de la Rosa, Marcelino de la Rosa y Manuel Bautista de la Rosa (Mané). De todos ellos, Mané fue quien levantó una ermita en la que inicialmente se llevaba la tradición manista al pie de la letra, pero luego se declaró servidor de misterios, es decir, tomó una corriente mágico religiosa.

Fabián fue el único hijo de Viviana y el número cuatro de su descendencia. Fue el padre de Agustina, Joaquín, Bobó, Malí, Porfirio de la Rosa (Pipín), Juan, Ana Felipa, Amancia, Hilario, Pancho y Cristóbal. Fabián fue designado por Viviana para seguir a cargo de la ermita primera y principal y de “la obra” y éste antes de morir delegó en su hijo Pipín, quien es el padre de Bartola, Dominga, Marcelino, Estefanía, Silán (apodo), Anicia, Santo, Octavia, Antonio, Lucrecia, Mercedes y Domingo. De este grupo de doce hijos, fue designada Bartola para continuar el legado, y al ésta morir se hizo cargo Dominga (Carmen).

Mana es un lugar especial desde el punto de vista mágico-religioso en el que se halla respuesta para al menos dos tipos de creencias.

Cristianismo católico
Tanto la ermita de Viviana de la Rosa como la de su bisnieta Popona no admiten los misterios, la montadera, la hechicería, el curanderismo, ignorando que es parte de la herencia taína y africana. “Aquí vino una buscando a Popona para hacer una penitencia, que ella le sirve a Santa Marta, la de la culebra, le dije ni la predique aquí ni en Mana, resérvate eso, predica de Jesús, la Virgen y los Apóstoles”, refiere Popona, una matrona de 88 años humilde y afable.

Tanto Dominga como Popona devuelven al “redil” del evangelio –o al menos así lo creen-  a cualquiera que estimen se ha salido de éste en sus predios. “Hay gente que cree que esto es un centro de espiritismo y no, el que haya creído eso y venga con eso: No, esto no es un centro de espiritismo, pueda que venga gente turbada, pero que uno los va sacando, le va diciendo esto es por acá, porque para eso está el catecismo de la iglesia…”, expresa Dominga.

De acuerdo a sus padres, a principios y aún a mediados del siglo XX era difícil hallar una biblia para evangelizar, pero desde los tiempos de Viviana se hace el esfuerzo por mantener la tradición igual como ella lo hacía. Esa es la visión de Dominga y Marcelino como de Popona.

Sincretismo
A uno pocos metros de Popona se encuentra la proscrita ermita de Mané, un manista que al declararse curandero perdió el favor de la iglesia católica, cuyos sacerdotes jamás fueron a oficiar la misa los días en que celebraba la fiesta a San José. Mané murió en 1987, sus restos se encuentran en su ermita como los de Viviana  y su hijo Fabián están en la iglesia de El Firme. A Popona no le interesa que sus restos descansen en su ermita, desea que la tumba de su padre, en el cementerio  de Yaguate, sea su última morada, es decir, que de las tres ermitas de Mana, será la de ella la que no albergue los restos mortales de la regente.

En la actualidad la ermita de Mané está a cargo su hijo mayor, Juan Díaz, pero éste no es evangelizador ni servidor de misterios, sino un simple mortal caído en desgracia que se vió precisado a volver al hogar paterno, y ha dejado abierta la ermita a donde llegan las procesiones o romerías desde Baní enmarcadas en lo que el antropólogo Dagoberto Tejeda da en llamar vodú dominicano.  En este altar se venera a San José, a San Judas, y a la virgen de Lourdes. Había en él una imagen de La Metresa, pero estaba de “visita”.

Los rastros de las romerías sincréticas eran evidentes en el lugar: Mentas, túbanos, velones de diferentes colores y algunas botellas vacías de alcohol.

La Cueva y los charcos
La topografía de la cual fue dotada Mana por la naturaleza es parte fundamental de este enclave mágico-religioso que recibe cada año una cantidad significativa de peregrinos. A estos puntos geográficos acuden tanto los que siguen la fe cristiana como los creyentes en los misterios, en especial los últimos, quienes encuentran en estos espacios públicos y naturales el lugar ideal sentir las corrientes y misterios a los que sirven, y otros que son propios de la zona.

El primero de esos paraísos mágico-religiosos es la cueva del Conde, allí se encuentran Santa Marta y el Rey Molinero en una cascada de agua de varios metros. Los creyentes en la hechicería se bañan allí, y supuestamente “sube” el rey del agua, que es el mismo Rey Molinero. Más arriba hay una Santa Cruz donde se encienden velas y las personas piden deseos. Más arriba está la famosa Cueva de Mana, donde se encuentra la imagen del caballo de San Santiago. Hay un arroyo allí. Las personas encienden velas, se hacen despojos, entre otros ritos de la tradición mágica. Y bajando de la iglesia de Viviana de la Rosa se halla el Pozo de la Virgen, los creyentes tienden a bañarse allí después de haber visitado la iglesia, se hacen despojos, se “bautizan cerebros”, se hacen ofrendas. “Ahí hay un indio”, refiere una feligrés de Baní.

Fiestas en Mana

En la iglesia de Viviana de la Rosa: Cada 8 de septiembre, en honor a Las Mercedes
En la ermita de Popona: Segundo sábado de febrero, en honor a la Alta Gracia.

En la ermita de Mané. Allí se hacen tres fiestas durante el año: a San José,  cada 19 de marzo; a la virgen de Lourdes, cada 11 de febrero;  y a San Judas Tadeo, cada 28 de octubre.

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