jueves, 21 de junio de 2018

La “ética” del delincuente


Por Patricia Báez Martínez

Fue a mediados del mes de abril cuando cuatro asaltantes intentaron despojar de su escopeta a un miembro de la Policía Municipal de Baní que prestaba servicio en la residencia del alcade Chacho Landestoy en la comunidad de Villa Sombrero. En la acción, uno de los asaltantes fue capturado por un grupo de personas de la comunidad que lo linchó. Esta acción colectiva, contraria al derecho humano a la vida consagrado en convenios internacionales, nacionales y la Constitución dominicana, provocó la indignación de juristas y comunicadores del municipio de Baní.

El abogado Efraín Arias Valdez y el comunicador Alfredo Cabrera Moscat, se convirtieron -por defecto- en los defensores del asaltante muerto en la acción delictiva del atraco, al defender su derecho a la integridad física y la vida. La defensa abarcó medios de comunicación y redes sociales, y ataques a quienes defendemos el derecho de las personas a estudiar, trabajar y vivir una vida segura.

En esa ocasión sosteníamos, que el que sale a robar/atracar está dispuesto a todo, porque si en el robo o asalto su vida corre peligro, la defenderá aún segando la vida a otra persona: La alegada defensa propia, que en el caso de una persona que está en una propiedad privada sustrayendo o atracando, no tiene validez, sin embargo, el hecho de que jurídicamente no pueda alegar defensa propia a su favor, esto tampoco restituye la vida al ciudadano o ciudadana muerto/a en la acción delictiva.

Apenas dos meses después, a mediados de junio, otro joven se propone cometer un delito y lo logra: Robar en una joyería de la calle El Conde, en la  Ciudad Colonial de Santo Domingo. En el hecho, de paso, se lleva entre sus garras la vida de una joven mujer que trabajaba allí, que salió de su casa a trabajar y no a buscársela a como dé lugar. Degollado quedó su cuerpo exánime en el mismo lugar de trabajo en el que, se supone, debía estar segura.

Luego, una foto del ladrón-asesino circula en las redes sociales haciendo alarde del dinero sustraído al comprar varios pares de zapatos a la vez. Y una se pregunta si por unos seis pares de zapatos, que en dos años ya no existirá ninguno, una joven mujer trabajadora merece perder la vida en su propio lugar de trabajo, ante la mirada perpleja de una sociedad que de manera parcial defiende a ultranza los derechos humanos de quienes no respetan el derecho humano a la vida de aquellos que estudiamos y trabajamos, es decir, de los entes realmente productivos de la sociedad.

¿Cuál es la ética de quién sale a robar/atracar? ¿Cómo podemos saber nosotros y nosotras si el ladrón/atracador tiene algún tipo de escrúpulos? ¿Cómo determinar su límite en un momento de inseguridad y tensión? ¿Cómo predecir si el ladrón solo es ladrón y no violador? ¿Cómo saber si el asaltante solo es un simple ladrón o es, además, un potencial asesino?

No existe forma de saberlo. En rededor de los instintos y acciones delincuenciales solo existe incertidumbre.

En mi trabajo como reportera independiente, tuve la oportunidad de entrevistar a un delincuente de la calle 5 del barrio Pueblo Nuevo, en Baní. Vívido está el recuerdo cuando en cuclillas ambos en un recodo de la calle, sin grabadora y atentos a que la Policía o la DNCD entrara a la barriada, me dijo: "Yo hago de todo, menos violar". Me extrañó ese prurito en un delincuente confeso que hacía pocos días había salido de la cárcel por enésima vez, y le pregunté ¿Por qué? "Porque yo tengo mai' y hermanas, y lo que yo no quiero que me hagan, yo no lo hago". Pero solo en ese punto tiene ética en la acción delictiva que ejerce: La integridad de las mujeres de su entorno.

Yo le creí a ese delincuente, le creo capaz de no violar, no porque no quiera, sino para que ese daño no se revierta un día contra las mujeres de su familia. Ahora, para saberlo yo tuve que buscar al delincuente, presentarme y convencerlo de que tuviera una conversación conmigo (nada fácil) y aceptar tener una entrevista en condiciones fuera de lo normal en mi carrera: Sin grabadora, al aire libre, en cuclillas ante una casa, y en breve tiempo.

¿Tenemos los ciudadanos la oportunidad de dialogar con un delincuente que nos aborda para tener una idea de sus "principios" como delincuente? No.

Vale decir que respeto el derecho a la vida, siempre que no vaya contra la vida de la madre y el respeto a la dignidad de la mujer (respaldo el aborto por tres causales), como también respeto el derecho a la preservación de los bienes y la integridad física y emocional de los ciudadanos y ciudadanas que desde la infancia estamos trabajando para superarnos y ser entes productivos y de cambio positivo en la sociedad.

Por eso hoy, con mucho más razón, después del feminicidio no íntimo de la calle El Conde, sostengo que el que salió a la calle a delinquir lanzó al aire una moneda: Cara o cruz/éxito o desgracia. 


La autora es periodista y politóloga.






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