sábado, 23 de junio de 2018

Prólogo de 'Burbujas en el tiempo'



Este libro  contiene  un paseo por la geografía emocional de la República Dominicana. Su autora, Patricia Báez Martínez, recurre a sus vínculos entrañables con las localidades  donde ha vivido para referir  hechos  capturados durante su infancia y primera juventud y que se agitaban en su conciencia buscando una salida. Cuenta sus historias como ficción,  pero dice que han partido de hechos reales.

Ha querido ser sincera, más trasparente  de lo que se le puede requerir a un cuentista. Al autor de cuentos nada  lo obliga a  revelar la veracidad de sus  historias, nada le impide atrapar  lo que ocurre a su alrededor para referirlo  como ficción y transformarlo en obra de arte.   Sobre todo si el hecho narrado entraña rareza, ingrediente básico en la obra literaria.

Siempre habrá que repetir que en el cuento  realidad y ficción se abrazan como entes análogos, de origen común. Ocurre en matemática con la ley de la suma: solo se suman elementos afines u homogéneos. El círculo incluye el dicho del novelista Gustavo Flaubert: “La forma sale del fondo como el calor del fuego”.

Sorprende y agrada que una  escritora de este tiempo narre cuentos  ambientados en el campo sin recurrir a lo que los críticos han llamado  “ruralismo”.

“Juancho del Orbe  era un joven campesino próspero, acostumbrado a esperar los primeros rayos del sol en la enramada que le servía de cocina, atado a su jarro esmaltado, sorbiendo el retinto café” (pág. 19).

A menudo la temática rural  ha sido menospreciada por escritores contemporáneos, que dan por superada esta tendencia,  como si la vida del campo se hubiese extinguido, como si nada allí ocurriere: ni amores ni dolores  ni ambiciones ni pasiones.

Patricia Báez Martínez narra los hechos y los interpreta  y así deja filtrar reflexiones sobre el devenir social: amores frustrados, relaciones forzosas, injusticias  y desigualdades y la persistente preocupación por la problemática femenina. Se refiere al dolor, el amor, el desamor…la vida humana. “Era un dolor viejo y maceraba hasta no sentirlo, hasta ser una cicatriz reseca e indolora” (pág. 22).

La autora de este libro –qué bueno– da muestra  apreciable de respeto por  nuestro idioma y revela inclinación por  el bien decir,  por el uso de la lengua, no solo para comunicar, sino también para provocar emociones y  halagar el buen  gusto.

Cuando se leen estas historias se percibe el rozamiento de las ruedas del tren de Sánchez mientras se desplazan sobre los rieles. Las referencias a este medio de transporte, que bien funcionó en la primera mitad del siglo veinte, son parte de las obsesiones de Patricia Báez Martínez, y a la vez expresiones de los recuerdos  acumulados durante la niñez de uno de sus personajes. “No había escuela sin tren, pues los casi diez kilómetros de distancia entre la casa y la escuela obligaban a cruzar las vías, ya  sea desiertas o ya con la mole de hierro encima” (pág. 31).

Patricia ha encontrado en el cuento  vía adecuada para  expresar sus  ideas sobre la relación  hombre–mujer o  ideas políticas liberales. Pese a la brevedad del volumen, es recurrente, como eje aglutinador, la relación  hombre–mujer. De ahí derivan los matrimonios o concubinatos  de mujeres con hombres de mayor edad y mentalidad esclavista, vínculos maritales  fundados sobre la desigualdad, pues hay una dependencia económica de la mujer, conminada a convivir con un sujeto a quien no ama. Por eso aparecen también las historias de mujeres que se marchan, que ocultan su equipaje lleno de frustraciones hasta el último instante a escondidas del compañero que funge mejor de verdugo que de marido.

“Y allí, sentado en el comedor, se quedó Narciso Mateo, perplejo: con su casa, sus muebles, su vieja jeepeta en la marquesina, decena de botellas de whisky y cerveza vacías debajo del fregadero y en el patio…” (pág. 67).

 
La autora ha salido airosa del primer desafío como cuentista: disponer de  hechos dignos de ser contados, que merezcan la atención de los otros. Se narran acontecimientos nuevos, nuevos aunque no sean recién ocurridos, sino nuevos para el oído o la vista del receptor.

Las acciones cotidianas tienen un lado de rareza y novedad. Nuestra autora  ha probado saber  encontrar esa faz novedosa de los hechos. Ha encontrado sus tramas y personajes, sobre todo en las pasiones y manías humanas: celos, amor, odio, envidia, miedo, codicia, concupiscencia. Toda inclinación patológica hacia una actividad, por cosas materiales  o por cuestiones ideológicas puede provocar en el individuo acciones  fuera de lo común y por tanto, dignas de ser contadas.

Es lo que ha hecho Patricia Báez Martínez en Burbujas en el tiempo, una valiosa forma de iniciar la carrera literaria. Los invito a leer este libro, una auténtica incursión en la dominicanidad.



Rafael Peralta Romero
Diciembre de 2017

Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Lengua


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