"Los hombres se llenan mutuamente las cabezas de ruido y sonidos, pero no logran comunicar sus pensamientos, ni presentan a la mirada del otro sus ideas, que es la finalidad del discurso y del lenguaje".
John Locke(1632-1704) en su obra "Ensayo sobre el Entendimiento Humano".
Es cierto que en las sociedades modernas el poder político tiene una composición binaria, gobierno central y municipal. El municipio es el espacio político-territorial más pequeño, al cual deben impactar las políticas nacionales, pero siempre transversalizadas por las locales. Cuando un país no tiene un Proyecto de Desarrollo o de Nación, se producen ruidos o interferencias entre esos dos poderes y sus políticas públicas.
Tal vez es lo que está ocurriendo ahora en el país. No se logra distinguir bien la música de un aparato retransmisor cuando ya el otro impacta los tímpanos, por ejemplicarlo de alguna forma.
Primero eran los estudios de factibilidad del Metro, luego continuó el escándalo de los megasueldos de la Cámara de Cuentas, siguió la protesta ciudadana por la tala indiscriminada de árboles como parte de una política de arborización del Ayuntamiento del Distrito Nacional (ADN), a eso continuó el "conveniente" anuncio de la reducción de impuestos por parte del Gobierno, y así por el estilo y el Estado.
En pocas palabras, mientras en las esferas del gobierno central los creadores de imágenes se las juegan abiertamente a "todo por el todo" en pos de asegurar su botín económico y/o político, -por lo bajo- el síndico del ADN hace lo suyo en un discreto juego de "quita y pon" que ha dejado a más de un parque y avenida con la epidermis al sol.
¿Hacia dónde vamos señores y señoras políticos? ¿por qué los proyectos del gobierno central no se dan la mano con aquellos de los gobiernos locales? ¿por qué los municipios rescatan espacios públicos que al cabo de unos meses terminan destruidos por el troglodismo de una mega obra gubernamental? ¿por qué la Secretaría de Medio Ambiente se ha quedado cruzada de boca y brazos ante la tala de árboles? ¿jugó esa entidad algún papel en el nombrado plan de arborización?
Y ahora, al cerrar estas míseras líneas con un párrafo más aguado que un café de velorio de pobre, se alzan las voces de quienes solicitan la destitución de los ambiciosos jueces de la Cámara de Cuentas. ¿Y de qué historieta infantil pretenden estos ciudadanos sacar a los impolutos jueces que habrán de sustituir a los actuales? ¿Y de qué forma pretenden los ecologistas que el ADN justifique los gastos excesivos en publicidad y otros cacaitos? A cocinar se aprende cocinando y a ser escépticos, desilusionándonos de manera sistemática.
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