Por Patricia Báez Martínez
Antes de
partir a Cuba, Chávez dejó a un presidente designado, Nicolás
Maduro, y le pidió a los venezolanos apoyarle en caso de que él no
regresara del predio comunista de los hermanos Castro. Tanto Maduro
como Henrique Capriles contaban para este proceso electoral recién
pasado con el apoyo de fuerzas extrapartido, el primero tenía a su
favor todos los recursos del Estado y las instituciones de gobierno,
así como al régimen cubano sirviéndole de asesor; mientras el
segundo -como es lógico- fue reforzado por la diáspora venezolana
contraria a Chávez, y hasta se menciona al Departamento de Estado de
EE.UU.
De no ser
por la manipulación del chavismo para aprovechar el duelo por la
muerte de Chávez, al punto de especular con el posible
envenenamiento del líder de la revolución Bolivariana, ambos
contendores hubiesen competido en igualdad de condiciones. Maduro
contó con el silbido de un pajarito que no tuvo Capriles, pero no
solo eso, la derecha venezolana no mostró arrepentimiento por las
décadas de gobierno en las que solo se interesó por lucrarse a
costa del petróleo, mientras la mayoría de los venezolanos vivía
por debajo del umbral de pobreza.
El desempeño
de Maduro es cuestionable. El esfuerzo, los recursos y el abuso de
poder no se corresponden con los resultados. Algunos atribuyen la
diferencia de menos de un 1 % entre los dos contendientes -con el
99.12 % de los votos escrutados- a que Maduro no tiene el genio de
Chávez, eso es más que evidente: Es más cómodo y productivo -a
mediano y largo plazo- ser uno mismo, que fingir y copiar el estilo
de otro, sin embargo, Maduro necesitaba del genio de Chávez para ya.
Y esa falta de carácter y carisma no sólo le hizo perder apoyo
dentro del chavismo, sino que no logró convencer a los
abstencionistas. En el análisis, no se puede dejar de lado el
desgate del chavismo en momentos en que los desaciertos en el manejo
de los recursos del Estado y la economía quedaron al descubierto en
pleno proceso electoral.
Nicolás
Maduro es el presidente de Venezuela. Ninguna auditoría cambia los
resultados de un proceso electoral, máxime si fue fraudulento y si
la revisión es con el mismo CNE como árbitro; no existe ni la más
mínima garantía de imparcialidad. Ante este panorama, sólo les
queda a los venezolanos aprender a hacer limonada: El chavismo debe
hacer todo lo posible para unificar a la nación, y la derecha debe
demostrar a los venezolanos de abajo que en un eventual gobierno suyo
no perderán los “derechos adquiridos” con Chávez, como son los
derechos a la salud, la alimentación y un techo digno. ¡Capriles,
váyase en paz!
Poner las
barbas en remojo
Cuando un
sistema de partidos está polarizado y atomizado, y además uno de
los dos partidos o grupos de partidos se yergue en el descrédito, el
escenario es propicio para que el partido que se haga con el Poder
use los recursos del Estado para mantenerse siempre arriba, porque
arriba es muy bueno. Esto pasa en Venezuala y por ese mismo camino
va el sistema de partidos en República Dominicana con un PLD que usa
el Poder para mantener la fidelidad de decenas de ventorrillos
políticos que le garantizan llevarle la ventaja al PRD en cada
proceso electoral, y un partido opositor desmembrado y confundido,
tan confundido que ha elegido como líder del proceso de
reestructuración a un político controvertido , generador de una
gran tasa de rechazo a lo externo del partido, en detrimento del
liderazgo menos viejo y con menos mácula. No es lo mismo copiar la
estrategia política del continuismo y aplicar una política social
empobrecedora, pues el resultado es una bomba de tiempo.
@pbaezperiodista
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