miércoles, 27 de mayo de 2015

Infanticidio constitucional


Por Patricia Báez Martínez

Con apenas cinco años en vigencia cuenta nuestra Carta Magna. Es una niña, como todas nuestras cartas Sustantivas a la hora de ser profanadas. La costumbre hace ley, sin embargo, los avances políticos, sociales y económicos se imponen y deben, al menos, promover cambios en la cultura política. No vivimos en la era del trueque, sino de las transferencias bancarias, y estamos contestes con ese cambio, como debemos estar todos de acuerdo en respetar nuestro gran pacto social, la Constitución, libro que consagra nuestros derechos, pero también nuestros deberes. Nos protege y a la vez nos conmina u obliga.

Nada es perfecto, incluida la Constitución de 2010 a la que nos referimos. Ella también tiene sus áreas imprecisas: ambiguas, grises, multi interpretativas. Algunas quizá fruto de la ignorancia e ingenuidad de los legisladores, otras totalmente deliberadas. Es muy probable, que la frase “la necesidad de la reforma constitucional” de los artículos 270 y 271 de nuestra Constitución, forme parte de ese grupo de zonas ambiguas, plasmadas allí con alevosía por quienes nos representan.

¿Qué es necesidad? Entre las diferentes acepciones que brinda la Real Academia Española, se encuentra esta: “Especial riesgo o peligro que se padece, y en que se necesita pronto auxilio”, y es la que más se aproxima al contexto de esta palabra en los artículos antes mencionados. Es decir, que para que el Congreso Nacional apruebe una ley que declare la necesidad de reformar la Constitución debe existir una necesidad, cuya causa es un riesgo o peligro.

No existe riesgo o peligro para la soberanía, para el Estado en sí, para el Estado Social, Democrático y de Derechos, etcétera, que justifique una reforma a la Carta Magna, en especial si la ley que declara tal necesidad es contraria a los propios preceptos constitucionales que prohíben la reelección consecutiva.

¿Por qué no existe necesidad de reforma constitucional? Porque dentro del propio partido oficial hay varios aspirantes a la nominación presidencial, porque en el espectro de la oposición, el PRD y el PRM tienen sus candidatos definidos, y los partidos minoritarios también están haciendo lo suyo para elegir sus candidatos a dirigir los destinos de la nación. Es más, este proceso electoral cuenta con la novedad de una plataforma política opositora denominada La Convergencia, es decir, que existe amplio interés en mantener la continuidad del sistema democrático-electoral. Pero sobre todo, ninguno de los precandidatos y candidatos, oficialistas y de la oposición, significa peligro para el sistema democrático impuesto por el hegemon. Todos los candidatos y precandidatos potables van desde un diluido centro hasta la extrema derecha.

“Danilo es popular”: ¿Y?, ¿Se traduce esto en necesidad de reforma constitucional?, ¿Es siempre vinculante la popularidad de un presidente con la reelección? No. Todo depende de las reglas del juego, de la Constitución, de la voluntad del presidente en cuestión y de los niveles de institucionalidad del país, que son bastante bajos, por no decir inexistentes.

Que Danilo Medina sea muy popular, lo que es razonable para una gestión sin oposición durante tres años, no significa que su sucesor no pueda ser igual o más popular que él -si la divisa más importante de un presidente fuera la popularidad-. Ojalá y la divisa fuera que Danilo es un buen presidente;  enunciado discutible. Antes de hacer una apuesta en ese sentido, es preferible elucubrar que cualquiera que suceda a Leonel Fernández -hasta el  Diablo que se enfrentó a Hipólito en una encuesta en 2004-, con tomar dos o tres medidas populares, escuchar y hablar con la gente de a pie, y dar un poco de muestra de austeridad, es suficiente para generar un aura de bondad a su alrededor, y, como ya dijimos, sin oposición: La reelección tomaría entonces forma de supositorio.

No es real la necesidad de reformar la Constitución, solo se bosqueja una gran gama de intereses políticos, económicos y personales, muy alejados de las necesidades y esperanzas de las personas que en las encuestas de opinión han valorado como positiva la actual gestión de gobierno. 

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