Ayer cumplí 32 primaveras, que no son tales
Pericia vital y piel ajada, algo de eso tiene mi estación
Y es que flores nunca tuve
Galoparon en colorida manada en pos de Andrómeda.
Se me ha virado la fe como un mástil herido
Como un amor kafkiano, alucinantemente ficticio y propenso al odio Se me viraron los sueños y devinieron en pesadillas
Camino fue a laberinto, como flor de cerezo a alienígenas.
Mi cama, un puñado de grietas por donde se cuela la agonía,
Una voz conocida que se escapa quejumbrosa a la tecnología
Un sorbo de vino, y
Treinta y dos tantos y un virao.
Foto: Rodrigo Núñez.
miércoles, 28 de febrero de 2007
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4 comentarios:
Mi reacción a este poema de Patricia será esta vez una serie de palabras (¿gritos?) sueltas:
Coñazo, divino, triste, reparador, vengativo, alucinante, nóstálgico y postálgico, luminoso y oscuro. Muerte, vida, renacer; vida, nacer, madurar, morir. Baco y Dionisio, bailan desaforados.
Jaguar
De nuevo Patricia Báez me sorprende, esta vez ha demostrado que no es una poeta de frases y palabras repetidas y manidas. ¿Cuántos y cuántas pueden desprender de su corazón y su mente una declaración igual sobre sus aniversarios y sus pequeñas muertes?
32 abrazos multiplicados por cada letra que has fabricado, por cada suspirar y por cada sueño logrado.
32 piñatas mando y celebremos.
Muchas felicidades.
Mil gracias, Clarice, tus palabras me hacen mucho bien. Y gracias también a Leopoldo y a Jaguar, siempre pendientes de mis escritos.
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