miércoles, 26 de noviembre de 2008

Adiós a la ciudad

El campo se quedó solo. Los hombres y las mujeres que acariciaban la tierra la abandonaron para empotrar sus juanetes en el duro cemento de la ciudad. 65/35, los números ni mienten ni mancan, es así en casi todas partes del mundo. El burro cedió al motor; la visita vespertina al celular; el lapiz y el papel a la PC y a la lap top; la memoria humana a la electrónica; el fogón a la estufa y al microondas; las noches de historias de difuntos y bacaces a la eternidad del TV LCD y del Ipod. Ay, ¡cuántas cosas que ya no son! Todos hemos deseado correr a la par de la modernidad -aunque ella no nos dé gabela- lanzarle un zarpazo a la buena vida, pero sin pensar en que al lograrlo nos convertimos inmediatamente en el blanco de los hijos de las mujeres que -en medio de la pobreza- decidieron tener muchos hijos para "asegurarse el futuro", de esos jóvenes que prefirieron quedarse en el barrio, merodeando la esquina, mientras otros estudiaban bajo la luz de una vela, iban a la escuela y trabajaban en un taller de ebanistería, mecánica o costura; también somos víctima de la frustración del mal llamado Sueño Americano que hoy nos asalta en forma de deportación masiva y de una "alta sociedad" corrompida. La ciudad se ha vuelto inhabitable. Y volver al campo solo es posible para el "acomodado", para el que no necesita sembrar una tierra ya estéril de tanto olvido, y hasta allí irán ellos, en motores, carros y jippetas; pistola en mano, detendrán nuestros vehículos: un disparo en la frente. Al menos el último recuerdo de esta fugitiva existencia no será del asfalto, sino del altivo eucaliptus, que gemirá indiferente mientras nos despojan del dinero, las prendas y los zapatos. ¡Otra vez descalzos!

2 comentarios:

Fernando dijo...

Beautiful y a la vez triste lo que ocurre, lo que describes con la llegada de la modernidad.

Besos preciosa! Cada vez escribes mas bonito y cautivante.

Yalo dijo...

Cierto: el campo ya no es de los campesinos. Es de los que, hastiados de la ciudad que pervirtieron, deciden hacer vida aparte, lejos de la gleba que los hizo ricos. A lo mejor no es culpa de la modernidad, sino de las pocas atenciones que se les dispensa a los que nos dan de comer...
Y.