miércoles, 21 de diciembre de 2016

Tres causales es revictimizar la mujer, pero es algo


La despenalización del aborto por las tres causales es un punto intermedio entre quienes defienden los derechos plenos de la mujer y los grupos religiosos y conservadores, y es una deuda del Estado para con la mujer dominicana

Por Patricia Báez Martínez

El presidente ha observado el proyecto de ley de Código Penal para que el Congreso Nacional tome en cuenta el tema del derecho de la mujer dominicana al aborto en caso de que su vida peligre, cuando la criatura es producto de una violación sexual e/o incesto, y cuando el feto presente malformaciones congénitas. Esta ha sido una lucha de larga data del movimiento feminista dominicano, que al ver la imposibilidad de que el aborto puro y simple fuera aprobado, optó por una salida moderada y viable: El aborto condicionado por tres causales.

Aunque el proyecto vuelve al Congreso y con ello continúa nuestra lucha, celebramos hoy la observación hecha por el presidente Danilo Medina. Si lográsemos el consenso de las dos terceras partes de las matrículas de las cámaras legislativas a favor del aborto por las tres cuales (#Abortox3causales) es muy probable que no volvamos a tener más “Esperancitas” en nuestro país, ni más niñas pariendo criaturas producto de estupros.

Luchamos por tres causales para que el aborto sea permitido en República Dominicana, sin embargo, esas tres causales victimizan a la mujer. Al menos en dos de las tres causales planteadas, la mujer es vista como objeto-victimizado: Cuando su vida peligra (está en riesgo de muerte, débil, afectada, enferma) y cuando la criatura es producto de una violación sexual (es un ser débil frente a otro más fuerte y/o con autoridad).

En ninguno de los tres escenarios planteados la mujer tiene potestad, sino que ésta es ostentada por médicos y personal del Ministerio Público. Los médicos decidirían si la mujer puede abortar en caso de que su vida corra peligro o la criatura padezca malformación congénita; y en el caso de las violaciones sexuales, las niñas y mujeres abusadas que queden embarazadas tendrían que demostrar que han sido violadas, y así no ser perseguidas judicialmente tras abortar.

En el caso de las niñas víctimas de incesto, las familias que decidan no denunciar al agresor para no “destruir” la unidad familiar, éstas quedarían desamparadas por parte del Estado, pues no podrían acceder al aborto legal y seguro, y al practicar éste  de forma clandestina se pondrían en riesgo su salud reproductiva y  vidas, y las consecuencias legales de ese aborto no justificado ante las autoridades no necesariamente sobre caerían en el victimario, sino en el personal médico y el adulto que lleve a la  niña hasta el centro de salud o la “comadrona” y pague por el servicio.

Como se puede ver, en el escenario más halagüeño, la mujer dominicana seguiría sin ser dueña de su cuerpo y su destino, continuaría requiriendo el consentimiento o permiso de la autoridad para disponer de éste y diseñar su vida (una autoridad históricamente ostentada por el hombre y los estamentos del Estado que él como género ha dominado).

Cuando en República Dominicana el aborto sea permitido sin condición –con excepción de las contenidas en el protocolo médico-, entonces podremos hablar de un derecho obtenido mediante el fortalecimiento del género femenino y no su victimización como está ocurriendo en la actualidad, pero como decía la periodista italiana Oriana Falacci en ‘Carta a un niño que no llegó a nacer’: No existe nada peor que la nada. Ante la iniciativa de las iglesias de constitucionalizar y criminalizar el aborto en sentido general, lograr la despenalización por las tres causales es una gran victoria que salvaría muchas vidas, en su mayoría madres pobres que hoy desprotegidas dejan niños en la orfandad.
El aborto no es nuestra meta, el objetivo perseguido es la igualdad y el desarrollo de la mujer. Para ello se requiere educación sexual en las escuelas y colegios, métodos anticonceptivos asequibles tanto a mujeres como a hombres de todas las edades y  clases sociales, y como último recurso, la posibilidad del aborto en caso de que la niña o mujer no esté en condiciones de llevar a término el embarazo.

Despenalizar el aborto por las tres causales, no es una imposición a que mujeres cuyas vidas peligren se les practique un aborto, o a que todo niño malformado desde el vientre sea abortado, o a que todo feto producto de una violación sexual sea arrancado del útero de la víctima, no. En esos tres escenarios planteados, la mujer o su familia (en el caso de las niñas) decidirán si desean o no el aborto.  No se obligará a ninguna cristiana o evangélica a abortar, como ningún cristiano o evangélico debe impedir que las niñas y mujeres que sí deseen acceder al aborto por estos motivos, así lo hagan.

Es una cuestión de derechos. Unos plantean el derecho de la vida recién formada en el vientre, del que no podría disponer la madre según las iglesias y la Constitución, pero de aprobarse el aborto por las tres causales en el Código Penal (un reconocimiento a la dignidad de la mujer), los grupos pro vida deben respetar el derecho de las niñas y mujeres que sí decidan acceder al aborto, pues como ellos aducen: El derecho propio termina donde comienza el derecho ajeno.


Es tiempo de que la sociedad dominicana dé otro paso de avance en materia de derechos de la mujer, no estamos dispuestas a seguir siendo el receptáculo paciente de espermas y legislaciones machistas. Con este inicio de siglo apostamos a un cambio transformador para nuestras vidas, Ustedes legisladores están compelidos a decidir si se suman a nuestro proyecto de desarrollo paritario o le dan la espalda a un derecho no reconocido que gime desde las entrañas de la madre tierra.

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