La despenalización del aborto por las tres causales es un punto intermedio entre quienes defienden los derechos plenos de la mujer y los grupos religiosos y conservadores, y es una deuda del Estado para con la mujer dominicana
Por Patricia Báez Martínez
El presidente ha observado el
proyecto de ley de Código Penal para que el Congreso Nacional tome en cuenta el
tema del derecho de la mujer dominicana al aborto en caso de que su vida peligre,
cuando la criatura es producto de una violación sexual e/o incesto, y cuando el
feto presente malformaciones congénitas. Esta ha sido una lucha de larga data del
movimiento feminista dominicano, que al ver la imposibilidad de que el aborto
puro y simple fuera aprobado, optó por una salida moderada y viable: El aborto
condicionado por tres causales.
Aunque el proyecto vuelve al
Congreso y con ello continúa nuestra lucha, celebramos hoy la observación hecha
por el presidente Danilo Medina. Si lográsemos el consenso de las dos terceras
partes de las matrículas de las cámaras legislativas a favor del aborto por las
tres cuales (#Abortox3causales) es muy probable que no volvamos a tener más
“Esperancitas” en nuestro país, ni más niñas pariendo criaturas producto de estupros.
Luchamos por tres causales para
que el aborto sea permitido en República Dominicana, sin embargo, esas tres
causales victimizan a la mujer. Al menos en dos de las tres causales
planteadas, la mujer es vista como objeto-victimizado: Cuando su vida peligra
(está en riesgo de muerte, débil, afectada, enferma) y cuando la criatura es
producto de una violación sexual (es un ser débil frente a otro más fuerte y/o
con autoridad).
En ninguno de los tres escenarios
planteados la mujer tiene potestad, sino que ésta es ostentada por médicos y
personal del Ministerio Público. Los médicos decidirían si la mujer puede
abortar en caso de que su vida corra peligro o la criatura padezca malformación
congénita; y en el caso de las violaciones sexuales, las niñas y mujeres
abusadas que queden embarazadas tendrían que demostrar que han sido violadas, y
así no ser perseguidas judicialmente tras abortar.
En el caso de las niñas víctimas
de incesto, las familias que decidan no denunciar al agresor para no “destruir”
la unidad familiar, éstas quedarían desamparadas por parte del Estado, pues no
podrían acceder al aborto legal y seguro, y al practicar éste de forma clandestina se pondrían en riesgo su
salud reproductiva y vidas, y las
consecuencias legales de ese aborto no justificado ante las autoridades no
necesariamente sobre caerían en el victimario, sino en el personal médico y el
adulto que lleve a la niña hasta el
centro de salud o la “comadrona” y pague por el servicio.
Como se puede ver, en el
escenario más halagüeño, la mujer dominicana seguiría sin ser dueña de su
cuerpo y su destino, continuaría requiriendo el consentimiento o permiso de la
autoridad para disponer de éste y diseñar su vida (una autoridad históricamente
ostentada por el hombre y los estamentos del Estado que él como género ha
dominado).
Cuando en República Dominicana el
aborto sea permitido sin condición –con excepción de las contenidas en el
protocolo médico-, entonces podremos hablar de un derecho obtenido mediante el
fortalecimiento del género femenino y no su victimización como está ocurriendo
en la actualidad, pero como decía la periodista italiana Oriana Falacci en
‘Carta a un niño que no llegó a nacer’: No existe nada peor que la nada. Ante
la iniciativa de las iglesias de constitucionalizar y criminalizar el aborto en
sentido general, lograr la despenalización por las tres causales es una gran
victoria que salvaría muchas vidas, en su mayoría madres pobres que hoy
desprotegidas dejan niños en la orfandad.
El aborto no es nuestra meta, el
objetivo perseguido es la igualdad y el desarrollo de la mujer. Para ello se
requiere educación sexual en las escuelas y colegios, métodos anticonceptivos
asequibles tanto a mujeres como a hombres de todas las edades y clases sociales, y como último recurso, la
posibilidad del aborto en caso de que la niña o mujer no esté en condiciones de
llevar a término el embarazo.
Despenalizar el aborto por las
tres causales, no es una imposición a que mujeres cuyas vidas peligren se les
practique un aborto, o a que todo niño malformado desde el vientre sea
abortado, o a que todo feto producto de una violación sexual sea arrancado del
útero de la víctima, no. En esos tres escenarios planteados, la mujer o su
familia (en el caso de las niñas) decidirán si desean o no el aborto. No se obligará a ninguna cristiana o
evangélica a abortar, como ningún cristiano o evangélico debe impedir que las
niñas y mujeres que sí deseen acceder al aborto por estos motivos, así lo
hagan.
Es una cuestión de derechos. Unos
plantean el derecho de la vida recién formada en el vientre, del que no podría
disponer la madre según las iglesias y la Constitución, pero de aprobarse el
aborto por las tres causales en el Código Penal (un reconocimiento a la
dignidad de la mujer), los grupos pro vida deben respetar el derecho de las
niñas y mujeres que sí decidan acceder al aborto, pues como ellos aducen: El
derecho propio termina donde comienza el derecho ajeno.
Es tiempo de que la sociedad
dominicana dé otro paso de avance en materia de derechos de la mujer, no
estamos dispuestas a seguir siendo el receptáculo paciente de espermas y
legislaciones machistas. Con este inicio de siglo apostamos a un cambio
transformador para nuestras vidas, Ustedes legisladores están compelidos a
decidir si se suman a nuestro proyecto de desarrollo paritario o le dan la
espalda a un derecho no reconocido que gime desde las entrañas de la madre
tierra.
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