Por Patricia Báez Martínez
A inicios de 2013, cuando muchos en la
oposición apostaban a las dentelladas mortales entre Hipólito Mejía y Miguel
Vargas, desde la Z101 alcé mi voz para solicitar a ambos, de manera humilde,
retirar sus aspiraciones presidenciales y apoyar a Luis Abinader, como forma de
zanjar una crisis entre ellos que de lo político había pasado a lo personal. Pero,
quién es esta musitadora de ideas para dar consejos a titanes de la política.
Como fórmula para crear una plataforma política
a los expulsados del PRD por Miguel Vargas, se fundó el PRM, y allí, después de
que Mejía dijera que no aspiraría, se desató una contienda por la nominación
presidencial que amenazó los incipientes acuerdos de un grupo de personas que
pretende volver al Poder. Mientras, Vargas terminaba de dar las últimas
pinceladas a su proyecto político-empresarial, confiado en que con tener el
santo, también acapararía la limosna.
Cada paso del accionar de Miguel Vargas y de
Hipólito Mejía iba minando sus territorios, sin que nadie pudiera predecir el
final. Bastaron unos cuantos comentarios destemplados en USA de parte de Mejía
para que la militancia del nuevo partido que creía en su liderazgo se
convenciera de que con ese gallo no ganaría. Y la oposición ya no aguanta más
hambre, literal y de Poder. Y Vargas, en su creencia de que manejaba los hilos
de un partido que en las elecciones pasadas obtuvo la mayoría de los votos (de
forma individual), anuncia su apoyo a la reelección de Danilo Medina. Y esto,
sin más, se convierte en su último cuplé.
Ni Hipólito Mejía ni Miguel Vargas se retiraron
con donaire; se manotearon hasta el final por alcanzar el Poder o sus migajas,
y con ello se autodestruyeron, en lugar de preservarse como entes de moderación
y consulta de sus grupos políticos. A desmedro de Miguel Vargas, Hipólito Mejía
aparenta tener una cualidad que el otro no, bondad. Y esa bondad se puede ver,
entre otras cosas, en su apoyo público a la candidatura presidencial de Luis
Abinader, aunque no estuvo conforme del todo con el proceso de las primarias.
Hipólito así, se encuentra actualmente negociando con Luis Abinader su
participación en un eventual gobierno del PRM; mientras, el destino de Miguel
es oscuro e incierto. Todo por no saber cuándo detener su soberbia y dar paso a
la razón.
Existe un tercer político a quien se le ha
activado el gen de la autodestrucción: Leonel Fernández. Su ambición y su
necesidad de impunidad le han llevado a
aspirar, a manipular, presionar y extorsionar, a exponerse al escrutinio
público en un contexto no favorable para él. Aparenta estar en calma ahora,
pero sus acciones visibles difieren de las invisibles. Su aceptación a la
reelección de Danilo Medina a cambio de
inmunidad y la continuidad de sus legisladores, no es creíble. Si bien apoyó al
Presidente en el 2012, en la actualidad estos dos líderes del PLD no tienen una
relación propicia como para que éste (Leonel) trabaje por la reelección. Fue
humillado, aplastado, y eso, dudo, se lo perdone al Presidente y su equipo.
El expresidente solo puede desactivar su gen autodestructivo
asumiendo un bajo perfil, pues bien lo dice el adagio: “Cuando veas las barbas
de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”.
Y van
dos.
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