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viernes, 21 de febrero de 2020

El problema es de cultura política, no de método de elección



La corrupción y el fraude son tan endémicos en esta sociedad, que nos acostumbramos con facilidad a la derrota de la voluntad popular y apostamos todo por una nueva oportunidad de cambiar el estatus quo cuatro años después


Patricia Báez Martínez

Mucha agua ha traído el río desde el fatídico domingo 16 de febrero en el que 7.5 millones de dominicanos se despertó creyendo que iba a ejercer el derecho al voto, y el proceso electoral resultó un trauma que requirió ser suspendido para evitar males mayores. El Pleno de la Junta Central Electoral decidió pautar dichos comicios para el próximo domingo 15 de marzo, utilizando el voto manual, es decir, la tradicional boleta impresa y el marcador.

Las actuaciones del gobierno central previo, durante y después de las elecciones suspendidas, han generado una ola de protesta que apenas empieza a poner en vilo al país y contra la pared a las autoridades, tanto gubernamentales como de la JCE, compelidas las últimas a realizar un proceso diáfano so pena de ser la causante de un estallido social, que aunque muchos califican de nocivo para la democracia electoral, podría ser el inicio de la quinta república y, por tanto, la puerta de entrada a una etapa más avanzada de la vida política de esta media isla.

De todas las acciones, posiciones, discusiones, enfrentamientos entre partidos y sectores, hemos podido colegir lo siguiente:

1.    1. El PRM no estaba obligado, como actor político, a develar la amenaza al sistema de votación electrónica, porque de hacerlo la reacción de los votantes en los centros de votación y las calles no hubiese sido de forma pacífica ni cívica, como ocurrió en la mayor parte del país. Si lo hubiese hecho, el oficialismo lo hubiese acusado de tratar de impedir la realización de las elecciones porque iba perder, como esgrime actualmente; porque para el que ostenta el Poder, las acciones de quien se lo disputa provocan el consabido: “Palo si boga y palo si no boga”.

2.      2.  La Junta Central Electoral -si bien se empecinó en el voto electrónico, pese a la experiencia de 2016 y las primarias de 2019- hizo lo correcto al suspender las elecciones, por las siguientes razones: a) El dislocamiento que presentaban el sistema de votación electrónica hacía casi imposible el ejercicio del derecho al voto de aproximadamente el 70% de los centros de votación; b) Las elecciones serían así parciales a nivel municipal cuando las leyes estipulan que sean generales (a nivel nacional); c) y el voto manual, instituido para refrendar los resultados electrónicos, se constituirían en la parte del proceso realizado casi de forma correcta, pero representando solo el 20% de las votos; d) con tres o cuatro horas de retraso y en esas condiciones, las elecciones serían un desorden y se daría pie a actos fraudulentos al tener que extender el horario de votaciones; y d) ya los ciudadanos y ciudadanas habrían perdido la credibilidad en el proceso y sus resultados.

3.      3. La JCE fue irresponsable cuando se abocó a realizar el proceso eleccionario municipal sin hacer una prueba de control a los equipos. También ha sido irresponsable cuando ante la filtración de la información de que se intentó sacar un equipo de la institución, no ha asumido la investigación, dejando a la Policía Nacional, brazo ejecutor del Gobierno, al frente de una cacería de brujas contra un coronel que funge como escolta de Luis Abinader y un técnico de la compañía Claro. Y siguió siendo irresponsable cuando al revelar el presidente en funciones del PLD, Temístocles Montás, que el PLD cuenta con tecnologías que le permite saber quién vota, dónde vota y por quién vota, no inició de inmediato una investigación judicial, ya que la Constitución consagra la confidencialidad del voto. 
         
      4. Concurrir a las elecciones municipales el 15 de marzo, y a las presidenciales y congresuales el 17 de mayo, sin que se judicialicen los delitos electorales cometidos antes, durante y después del frustrado proceso del domingo, es un acto mucho más irresponsable que todo los anteriores, pues las mismas fuerzas reaccionarios que conspiraron contra él, volverán a hacerlo al saberse impunes ante las autoridades que deben arbitrar los procesos electorales.

5.   5.  El método de elección no garantiza la diafanidad de unas elecciones. Se ha querido satanizar el método electrónico y se está reivindicando el método manual, el usado por Joaquín Balaguer para realizar sus consabidos fraudes electorales, como la solución al problema que se presentó en el frustrado proceso recién pasado. Seamos cautos, no alberguemos más ilusión y confianza que las necesarias para no desbocar a destiempo la paz de nuestro país por senderos de intranquilidad y dolor. Practiquemos la máxima de Santo Tomás: “Ver para creer”.

6.     6.  La población tiene derecho a protestar, y es fabuloso que esté ejerciendo su derecho de manera pacífica, en especial jóvenes que no necesitan de un cambio de gobierno para conseguir un picoteo en un ayuntamiento, sino que sienten herida de muerte la patria que les vio nacer. La protesta, es la única forma que tiene el subordinado de ser escuchado en regímenes autoritarios.

7.     7.  Lejos de desalentarnos lo ocurrido el 16 de febrero, como ciudadanos y ciudadanas comprometidos, debemos estar a primera hora del 15 de marzo en los centros de votación eligiendo a nuestras autoridades municipales y a las juntas distritales. Debemos agotar todos los procesos democráticos que consagran nuestras Leyes para que nuestras acciones cívicas y pacíficas sean observadas y documentadas por los observadores nacionales e internacionales, y tengamos aval moral para profundizar el método de lucha, si peores nubarrones ensombrecen la democracia electoral, la única con la que contamos hasta el momento los dominicanos.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Partido único o predominante en RD



Por Patricia Báez Martínez 

En días pasados defendimos nuestra tesis para optar por el título de maestra en Ciencias Políticas para el Desarrollo Democrático por el Instituto Global de Altos Estudios en Ciencias Sociales (Iglobal) y la Universidad de Salamanca (USAL) con el tema Sistema de partidos políticos en la República Dominicana (1990-2016): Del tripartidismo al partido predominante, y en la ocasión se nos cuestionó por qué no admitíamos que vivimos en una dictadura o seudodictadura dado el desvencijado panorama que muestra la institucionalidad democrática dominicana (preferimos usar este término a democracia simple y pura, ya que los dominicanos asociamos más el de democracia al ejercicio electoral, y no existe una equivalencia real entre el hecho de votar y la democracia). 

Nuestra respuesta versó sobre las dos formas de abordar y entender las ciencias políticas y la política: normativa (deber ser) y empírica (es) –máxime si se trata de un estudio descriptivo como fue el nuestro-, así como la caracterización del sistema de partidos predominante, que es la tendencia que advertimos en el país. Mas por lo apremiante del momento ignoramos explicar por qué el sistema de partidos dominicano no es de partido único que es la clase de sistema que caza con la dictadura. Dado que el tema ha concitado durante los últimos años la atención de académicos, investigadores y políticos, consideramos pertinente explicar, aunque fuere por esta vía, por qué el sistema de partidos nacional no es de partido único y, por tanto, aún no vivimos en una dictadura. 

Para 1961, el politólogo francés Roberto Duverger definió una de las principales características del sistema de partido único: “…el partido mismo, como cuerpo, no deja jamás de controlar a todos los organismos del Estado”, además, observó que en este sistema es notorio un grado significativo de restricción de las libertades públicas. Ya en 2005, el italiano Giovanny Sartori enriquece la definición de clases de sistemas de partidos al clasificarlos primero en base a la competencia electoral en competitivos y no competitivos. El sistema de partido único pertenece al último grupo. Arguye Sartori que “sólo existe, y solo se permite que exista, un partido. Eso se debe a que ese partido veta, tanto de jure como de facto, todo tipo de pluralismo de partidos…”. 

Con estas tres caracterizaciones del partido único: i) control del Estado, ii) restricción de las libertades públicas y iii) nulidad de la competencia, pasamos pues a rebatirlas. 

Si bien es cierto que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ostenta el Poder Ejecutivo, controla el Senado y una parte de los diputados, así como el Consejo Nacional de la Magistratura, el Ministerio Público y las Altas Cortes –un control casi absoluto de los estamentos de decisión-, en el ámbito de las libertades públicas la mayoría de los dominicanos sigue disfrutando de ellas y el espionaje de Estado aparenta limitado. De hecho, se podría decir que en República Dominicana se respeta la libertad de pensamiento y expresión, aunque reconocemos que desde el Estado, y específicamente desde el Poder Ejecutivo, se utilizan “sofisticados” mecanismos de coerción de la libertad de expresión (negar o quitar publicidad gubernamental, provocar que propietarios de canales de TV rescindan contratos con líderes de opinión críticos, soborno a este tipo de comunicadores hasta neutralizarlos o convertirlos en bocinas gubernamentales, acaparamiento de los medios de comunicación en manos de altos dirigentes del partido, etc.). 

Como podemos ver, no todas las características del sistema de partido único se cumplen o se cumplen a cabalidad, por lo que encuadrar al sistema de partido dominicano en el partido único resulta difuso, y se podría interpretar como una reacción alarmista. Sin embargo sí se cumplen de manera efectiva las dos características principales del sistema de partidos predominante: i) un partido gobierna de forma ininterrumpida (no alternancia) y esto ocurre en el país desde 2004, con la agravante de que el ex presidente y presidente del PLD, Dr. Leonel Fernández Reyna, señaló como el principal objetivo del VIII Congreso Norge Botello convertir al PLD en una fábrica de presidentes y presidentas que gobernará la nación hasta mediados del presente siglo; y ii) existen terceros partidos (los minoritarios) que ayudan al partido predominante a retener el poder. Estos terceros partidos trabajan en dos sentidos, ayudando al predominante PLD a brindar la apariencia de que el sistema electoral es competitivo –procura de la legitimidad necesaria para la gobernabilidad-, y aportando votos para que ese partido obtenga el 51% para ganar las elecciones presidenciales. 

El nacimiento del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y el 35% de los votos que obtuvo con su participación en el primer certamen electoral confirman también que estamos ante un sistema de partido predominante, pues de ser de partido único el PLD no habría permitido su conformación y participación las elecciones recién pasadas, mismas que no estuvieron exentas de trabas y dificultades –vale la aclaración-, es decir, que esas elecciones no habrían sido competitivas, como lo fueron. 

En nuestra tesis sostuvimos que existe una tendencia hacia el partido predominante, es decir, se está en el proceso, aunque si tras el surgimiento de una segunda fuerza política con potencial de ser gobierno, el PLD se reelige en las elecciones de 2020, no habrá dudas de que estamos ya ante un sistema de partido predominante consolidado, en especial, si la reelección del partido oficial también incluye la del actual presidente, reelecto en 2012 tras una reforma constitucional como todos recordarán. Sólo entonces todo el Estado estaría en manos del PLD, veríamos totalmente limitadas las libertades públicas alcanzadas y las elecciones se convertirían en una “competencia” por el poder con un único participante.

viernes, 5 de junio de 2015

Pactos: de Leonel a Danilo

Por Patricia Báez Martínez

Con ellos solo se ha transferido los símil Poder y dinero, y se han rubricado de espaldas y en perjuicio a la democracia

Cuando Leonel Fernández eligió a Miguel Vargas Maldonado para firmar el pacto político por la reforma constitucional o Pacto de las Corbatas Azules, estaba enviando el mensaje claro de que su interlocutor en la otrora fuerza opositora era Vargas Maldonado y no Hipólito Mejía, quien claramente ostentaba el liderazgo, demostrándolo tres años después –en las elecciones generales- al obtener el 47% de los votos sin el apoyo de la dirección de su partido y sin alianzas.

En apenas cinco años, el panorama político dominicano dio  un giro extraordinario que, en otros tiempos (como aquellos de Joaquín Balaguer), pudo tomarse una década o más:

Quien convocó al pacto de 2009  ya no tiene poder de convocatoria, y quien asistió como invitado ya no se representa ni a sí mismo. Si el objetivo del acuerdo de las Corbatas Azules  hubiese sido otro diferente al de pactar la Constitución de 2010, actualmente fuera ilegítimo, en función de la poca representatividad de sus suscribientes. Ojo.

En días recientes, Danilo Medina y Leonel Fernández suscribieron un pacto, formal o no, pero pacto al fin, y con éste, el expresidente termina de transferir al Presidente (a modo de efecto colateral) el poco liderazgo que atesoraba del partido en el Poder. No os sorprendáis si en breve el politicón es separado de la presidencia del peledé.

Miguel Vargas, ante este panorama, y una intención de voto que no sobrepasa el 5%, no ve otra alternativa que endosar su apoyo a la reelección de Medina y convertir un partido con 70 años de historia -la mayor parte de ella, historia revolucionaria-, en otro partido bisagra más. Pareciera este otro acto de traición, pero no. Los marchantes son fieles a la lógica de que para perderlo todo ganar algo.

En dos de los tres acuerdos antes mencionados ha participado Miguel Vargas, en la primera ocasión como un líder opositor de importancia, en la segunda, como vendutero de poca monta. En ese acuerdo no participó Danilo Medina, pero sí en el segundo, el de la aprobación de la reelección en el Congreso  Nacional por parte de los legisladores que profesan seguir a Leonel Fernández, los cuales –por supuesto-recibirán su paga. Y tras ese acuerdo, Medina remató con el perredé. Capicúa.

El panorama político que unos meses atrás se veía abigarrado e indefinido, se ha despejado, y eso se debe en gran medida a las estrategias utilizadas por el Presidente. Mientras Luis Abinader se metió en el bolsillo a un contendiente fuerte pero fácil de eliminar, Danilo Medina “se comió” (en lenguaje ajedrecístico) al “rey”, y de paso se llevó entre las uñas a un alfil, terminando de hacer el trabajo que inició Leonel: Destruir al PRD, acabando con la historia de que fue el primer partido creado por Juan Bosch, también fundador del peledé,  quedando éste como fuerza política única o dominante.