jueves, 22 de enero de 2015

Narcoestado


Quien primero dio la voz de alarma en el país fue el dirigente de izquierda Narciso Isa Conde, pero viniendo de él, el término fue obviado como otros de su repertorio contra el sistema neoliberal.  ¡Narcoestado! ¿Narcoestado?  Cuando Isa Conde denunciaba que vivíamos en un Narcoestado nuestras mentes se resistían, porque nos creíamos muy diferentes a Colombia y México. Pero estamos en iguales o peores condiciones, pues siendo el territorio nacional  una de las rutas de tránsito de la droga suramericana hacia Estados Unidos y también laboratorio, no la producimos  ni estamos divididos del principal consumidor del hemisferio por una valla. Somos en la cadena de tráfico y distribución de drogas de la región un eslabón -estratégico por su ubicación, debilidad fronteriza e institucional-, pero sustituible.

¿Cuándo un país es un Narcoestado? Cuando su estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) participa, directa o indirectamente, de la actividad del narcotráfico. Y en esas estamos desde hace décadas, mas nos aferramos a la idea de que somos una sociedad campechana y sana en la que dos o tres forajidos hacen lo que les place. ¡No!, en República Dominicana aquellos que no hacen connivencia con el narcotráfico son antigüedades sociales. Estemos claros en que el porcentaje de narcotraficantes y conniventes con éste que son investigados y apresados son los menos, que existe una franja negra –engrosada por funcionarios, congresistas, militares, policías, jueces y fiscales- que continúa enquistada en el Estado y a la vez operando y colaborando con el negocio de las drogas. Quizá en la puerta del despacho de Joaquín Balaguer no solo se habría detenido la corrupción, también el narcotráfico, pero lo ignoramos porque aún ese flagelo no dejaba cadáveres a orillas de las carreteras. En esta nación de apenas 42 mil kilómetros cuadrados hemos visto desfilar como traficantes y conniventes a funcionarios del Gobierno, familiares de jueces de la Suprema Corte de Justicia, a senadores y diputados, a militares, a ex jefes de la Policía y policías de rangos altos y medios.

El caso Figueroa Agosto lo retrata así. “Junior Cápsula” se codeó con el Estado Dominicano durante diez años en los que supuestamente vivió prófugo en República Dominicana. El caso Quirino, que salpicó de heces al expresidente Mejía y que ahora amenaza con derramar un balde de ese contenido sobre el expresidente Fernández, también, y así el supuesto empresario del Tiempo Marques, constructor de la torre Atiemar y preso en España por tráfico de drogas desde este territorio. Lo evidencia además la foto de Leonel Fernández junto a Arturo del Tiempo Marques y su hijo en el Palacio Nacional, también los ayudantes civiles del expresidente Hipólito Mejía asesinados en circunstancias oscuras durante su gobierno, los tan solos dos fiscales que cayeron presos con el caso de la Dican en el que una veintena de policías está acusada de traficar la droga incautada; el jefe de Operaciones de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) extraditado a Estados Unidos, la regidora de Bonao presa en ese país por narcotráfico, el expelotero ligado a un caso de narcotráfico y sicariato, el laboratorio de drogas desmantelado en San Cristóbal en una casa que un ex asistente del jefe de la DNCD vendió a un narcotraficante hoy prófugo de la justicia.

Pareciera que los impolutos son los congresistas dominicanos. ¿Cuánto cuesta una candidatura a diputado o senador? ¿Tiene un dominicano honrado y con interés de servirle a su país ese dinero para apostarlo al azar de unas elecciones? En la mayoría de los casos no. Nuestros congresistas tienen compromisos con empresarios y con  narcotraficantes, que si bien no cuentan con representación formal en el legislativo, pero sí están protegidos por algunos de estos funcionarios que pagamos a un altísimo precio con dinero de los impuestos. 

Los conflictos por las tierras del CEA en el Este del país están atizados por el narcotráfico. No son agricultores ni empresarios quienes están sacando a los campesinos de sus predios con la colaboración de fiscales corruptos, son narcotraficantes que requieren esas tierras porque después del desmantelamiento de las pistas de aterrizaje clandestinas que usaba Toño Leña, la droga la están lanzando en pacas desde el aire. Los narcotraficantes necesitan tierras donde aquellas puedan caer y ellos recogerlas. Simular que son terratenientes. El asesinato de una pareja de esposos joven en La Patilla de Antosí habría sido producto de uno de estos conflictos. Imagínese usted que a un infeliz campesino le caiga una paca de droga en sus predios y decida tomarla y venderla para salir de una vez por todas de la miseria. En el Este se supone que existen autoridades, algunas confabuladas con esos supuestos terratenientes, pero todo el mundo calla, sino es que la misma autoridad trafica aprovechando la cercanía con Puerto Rico.

El negocio inmobiliario del país está cimentado sobre la droga. Los narcotraficantes necesitan invertir los millones de dólares obtenidos en la venta de estimulantes destructores. Los bancos saben que esos certificados de ahorros son producto de la venta de estupefacientes y hasta le solicitan a los testaferros que muevan las cuentas, que saquen dinero y lo inviertan y vuelvan a guardarlo para disimular. Todos saben de dónde salen los penthouse y las Hommer, pero se hacen los tontos siempre que les signifique ganancias. Qué más da si al final de cuentas hasta los hijos de los banqueros se empolvan la nariz. Si a la economía doméstica se le retira la ficha del narcotráfico, se derrumba el país. Se ufana el Gobierno en el 5% que creció la agricultura durante 2014, y ¿Cuánto creció el narcotráfico el mismo año, señor Presidente?

Los muchachos de los barrios colaboran con el transporte, almacenamiento y envío de la droga que no entra al país por el Salón de Embajadores del AILA y por los puertos, ésa entra resguardada por los funcionarios y oficiales de la Dirección General de Aduanas.  Ellos cobran sus servicios con droga que venden al detalle en los barrios del país, dividido en jurisdicciones que  ni imaginamos. ¿Sabe usted en la zona de qué narcotraficante vive usted? Es bueno que lo investigue, él también es una autoridad. También están los sicarios, brazos ejecutores, la ETA del narcotráfico, la consumen, la venden, matan. Algunos hasta son policías, llamados a perseguir el crimen y proteger a la sociedad. ¿Dónde está La Soga? ¿Es posible que un policía acumule 37 asesinatos sin ser detectado por la institución para la que trabaja y además huir sin que a la fecha sea capturado? Si eso es cierto, merece ser el jefe de Policía, pues es más inteligente y hábil que el actual.

Las mujeres, “los cromos”, en este entramado son parte de la mercancía, negocios paralelos, mulas, camuflajes, testaferras, el trofeo de caza de una actividad en la que a diario se ponen a prueba inteligencia, poderío físico, armamentístico y organizacional. Las premian con carros y apartamentos, ropas, joyas, viajes, con el menudo del negocio gordo de los miles de millones de pesos y millones de dólares. Por sus relaciones con el Poder son sacadas de expedientes de narcotráfico; son geishas, un peligro para el sistema político si caen presas. ¡Ay, si Sobeida hubiese hablado se caen los altares!

Y ahora son los narcocorridos. No se escuchan en la radio, pero no está prohibido que una persona escuche en su aparato receptor y a todo volumen este tipo de música que reivindica la actividad del narcotráfico. Se ha normalizado en la sociedad dominicana el narcotráfico, ya no es vergüenza que un hijo o esposo vayan presos por droga. Las familias, las esposas, ante este hecho luchan por retener el patrimonio acumulado como si de una herencia de familia se tratara y tienen el coraje de vivir una vida normal, disfrutando de casas, vehículos y negocios generados por la droga, aunque uno o varios de los suyos estén condenados a 15 años de prisión.


Y al final del escalafón, nuestros niños y niñas, ejército humano disponible para un crimen que los convertirá en comerciantes de la muerte, mulas, consumidores, sicarios, prostitutas, y quizá alguno o alguna en representante de éstos en la estructura de Poder. No queda más remedio que admitir que República Dominicana es un Narcoestado, y no de primera clase, sino de segunda. 

miércoles, 21 de enero de 2015

Brujería oficial


Las religiones monoteístas condenan la brujería o hechicería. Como habitante de un país occidental y tercermundista, identifico al cristianismo como la religión monoteísta que combate este tipo de prácticas propias de los pueblos originarios, aplastados y exterminados, en los más de los casos, por el mismo Occidente que lucha por imponer su visión e intereses políticos, económicos y culturales, y la religión es el eje transversal que se encuentra en esas tres facetas, aunque se quiera simular que sólo está en la última.

Sin embargo, observo en el cristianismo, romano o protestante, elementos de brujería o hechicería: La numerología, el círculo, hablar en lenguas, aguas, aceites, panes y vinos con supuestos poderes de sanación y liberación, la cruz de ceniza en la frente, toques que desvanecen a los creyentes, etc.

Hoy precisamente asistí a la iglesia y escuchaba al Pastor  evangélico que trataba de impresionar a una asistente con cara de mujer no común de que el sacrificio de Jesús en el Calvario tenía unos mensajes o simbología, que el hecho de que fue crucificado con los brazos abiertos es porque así abrazaba a la humanidad entera, que si con las manos abiertas porque son diez dedos y éstos evocan a los Diez Mandamientos de la Ley de Moisés.

Y pienso, obviando por supuesto la teoría de que Jesús no existió, que siendo apresado y llevado al patíbulo, no podía él elegir la forma en que iba a ser amarrado a la cruz, o sea, que si fue con los brazos abiertos o no fue decisión de sus verdugos no suya, también recordé a los dos ladrones que murieron junto a él, también tienen diez dedos y habrían sido crucificados con los brazos abiertos. Me dije, diez dedos tenemos los humanos desde los tiempos de Adán, y conste que hasta el Papa ha admitido que el Génesis es una leyenda. Los diez dedos de las manos de los humanos, incluso de los monos, datan de millones de años, quiere decir que si habría que dilucidar quién fue primero, definitivamente los Diez Mandamientos y no once o nueve, son consecuencia de éstos y no los dedos consecuencia de los mandamientos.

La Fe merece ser apartada de la numerología. El tres, la sagrada trilogía del Padre, Hijo y Espíritu Santo, las Doce Tribus de Israel, los Diez Mandamientos, los Doce Discípulos. Cuando se cae en la numerología, la Fe se rebaja a los abismos de los que ha pretendido sacar a las almas y que condena desde los púlpitos del egocentrismo religioso. Pero no solo eso, es tiempo de respetar las tradiciones originarias y milenarias, en especial la cultura africana, dejar de asimilar el mal a lo negro, rebelarse al estigma impuesto por Occidente a lo diferente. Es bochornoso ver a un hombre afroamericano predicar contra las prácticas culturales africanas, convertido en un simple “perro del sistema”. Si la Fe sigue de espaldas a la historia y a la cultura, continuará menguando su número de seguidores, porque hoy día se demandan mensajes religiosos más elaborados, tolerantes, y menos propensos al 2 + 2 son 4.  

martes, 16 de diciembre de 2014

Burla en tiempo de paz


Ayer estaba el mocoso burlándose una vez más de mí. Asomó a la puerta de mi negocio su cabecita deformada y me voceó melodiosamente: “Abacero, abacero”, y se sacó la lengua para colorear la burla. Diariamente hace lo mismo, siempre en horas de la mañana, cuando me desesan las preocupaciones. Hay escasez de papa, ajo, cebolla, arroz, bacalao, pasta de tomate, azúcar, etcétera, etcétera; pero sí hay abundancia de burlas, desprecios, etcétera, etcétera. Eso he notado. ¡Y ese muchacho burlándose de mi! Hoy hace quince días que se inició la burla. Aquí escondido cerca de la puerta lo estoy esperando. Le pondré punto final a esta situación. No resisto que el mocoso continúe diciéndome “abacero, abacero”; soy capaz de cortarle la lengua. Tal vez es mandado por alguien que me desprecia, alguien que quiere irritarme y ridiculizarme en este negocio lleno de ausencia de clientes. Pero ya está bueno… Ahí viene…
                          
Ayer le pegué fuerte, le caí a manotazos, quise comérmelo vivo. Nadie lo enviaba a mofarse de mí, eso me dijo gritando lastimosamente… Si vuelve a decirme “abacero, abacero”, no sé lo que haré… Es que los abaceros venden, los pulperos no. Mejor no esperaré a que me lo repita.

Acabo de clausurar el negocio para comerme lo que me queda. Luego me moriré tranquilo.

El hombre agonizaba echado sobre el mostrador. Tenía en el pecho la balanza, le servía de crucifijo, y él agarraba su crucifijo. Y con voz de ultratumba dijo sus últimas palabras: “Yo no soy abacero, era pulpero, pulpero de un país rico hundido en la miseria”.

Juan R. Quiñones
Letra Grande, año 1, número 8, septiembre de 1980.


Caos perfecto


¿Qué es la perfección? Es el orden decretado por otro u otros que nos transforma en resortes, listos a saltar en cuento algo no se ajusta a ese orden. Un modelo personalizado a imitar; generalmente, cuando decidimos ser perfectos imitamos a alguien que representa para nosotros el progreso. Es la espina que sentimos cuando el sofá no está en el preciso lugar, cuando una taza de café -en segundo o tercer plano- nos inoportuna la lectura, y la interrumpimos para llevarla a su lugar y así lograr la concentración deseada. Es frágil la perfección, está constantemente amenazada.

¿Qué es el caos? Es el detritus de la vida misma, corre en paralelo junto a ella. Son las palabras inoportunas e hirientes de una conversación, la relación pasada que dejamos percolar en nuestra vida presente, la sensible agenda mental, los restos de una jornada de trabajo en el escritorio o la habitación de una mujer que salió a trabajar sin hacer la cama y antes se probó cuatro vestidos. Nos persigue como la luna cuando niños. Es la vida misma, el ser. No es posible la vida sin el caos, y su alter ego, cual inquisidor, la persigue, nos persigue, hasta hacernos añicos; con su dedo acusador nos convierte en niños y niñas “sin costumbre”.  

Perfección y caos, caos y perfección, nos inspira a la elegía entre El bien y El mal. ¿Qué somos ante esta disyuntiva que amenaza la psiquis? Le he dado en llamar ‘Caos perfecto’. Es posible vivir en un caos entendible, manejable, amigable, controlado más no limitado, pues el límite es íntimo de la perfección. Aquello perfecto es de forma autoritaria  blanco o negro; el caos, no; siempre joven, resuelto, rebelde, juega a crear una paleta de colores con apenas dos: Blanco sucio, gris claro, gris, gris intenso, y etcétera de los etcéteras.

Imaginemos un balón o pelota pequeña, una mitad es blanca y la otra negra. Y ahora, como gatitos y gatitas juguetones, descansemos sobre nuestras espaldas y con las patitas empecemos a revolotear la pelota entre éstas. Verán que en algún momento las patitas están tocando solo la parte blanca, en otro la parte negra y en otro, ambas partes. Ni se puede vivir en el completo caos ni en la completa perfección, debe encontrarse un equilibrio, el que nos permita cumplir las obligaciones siendo felices, pero ante todo normales, cuerdos, en orden pero dados a la plasticidad.

Ahora bien, definitivamente no todo en la vida, aunque sea posible es lícito y provechoso, es decir,  algunas veces se habrá de llamar a uno de los guardianes de la perfección -siempre prestos a actuar-,  para detener aquellos especimenes contaminantes de la mente, el cuerpo y el espíritu que se disfrazan de caos e intentan entrar a nuestras vidas con el objetivo de destruirla. Determinar cuáles son esos especimenes contaminantes es labor personal.

La armonía y colaboración entre el caos y la perfección es posible, solo que somos nosotros quienes debemos constituirnos en  gerentes de esa relación, de tal suerte que utilicemos a ambos antagónicos de la conducta en nuestro beneficio y no permitamos ser presa de ninguno de ellos.  


Patricia Báez Martínez
13 de diciembre de 2014

miércoles, 10 de diciembre de 2014

¿Congresistas o encomenderos?


El papel que la iglesia de hoy pretende juegue el Estado fue aquel rol de los encomenderos en la época de la colonia, cuando disfrazado de un plan de evangelización, la corona española –dirigida por dos llamados católicos- patrocinó la expoliación, tortura y exterminio de la raza aborigen en esta isla
Por Patricia Báez Martínez
Tanto en la política como en la religión los textos son interpretativos. Así como los libros, pasajes y versículos de las sagradas escrituras tienen diferentes interpretaciones para cristianos católicos y protestantes y sus ramificaciones, de la misma forma los artículos, párrafos, numerales y letras de la Constitución dominicana que versan sobre la vida y el aborto, tienen diferentes interpretaciones que cada grupo, a favor y en contra de éste, esgrime para lograr sus objetivos en un momento crucial para la nación.  Es lo que acontece con el tema del aborto. Las feministas y médicos entienden que está prohibido, mientras algunos congresistas atisban a ver grietas por donde se podría colar el aborto terapéutico en caso de que la vida de la madre esté en peligro.  Nada más ambiguo y difuso en un tema tan vital.
La Constitución de la que hoy disfrutamos, calificada por algunos de progresista, adolece de una gran contradicción en lo que respecta a la mujer y los derechos y deberes que en su condición de ser reproductor, le atañen. Veamos:
En el artículo 38, sobre la dignidad humana, la Constitución resalta que “la dignidad del ser humano es sagrada, innata e inviolable; su respeto y protección constituyen una responsabilidad esencial de los poderes públicos”, y en el literal 4 del artículo 39 el texto es explicito en cuanto a la igualdad ante la ley del hombre y la mujer: “Se prohíbe cualquier acto que tenga como objetivo o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad de los derechos fundamentales de mujeres y hombres”. Nada más contrario al respeto y protección de la dignidad humana y de la igualdad entre hombres y mujeres que obligar a una niña o adolescente a traer al mundo el fruto de un abuso, violación sexual e/o incesto, con las agravantes físicas y psicológicas más allá de las morales y  sociales.
Si la condición de la mujer dominicana se analizara solo a través de esos dos preceptos constitucionales antes citados, estuviese ella actualmente disfrutando de unos derechos constitucionalizados que la ubicarían a la par de las ciudadanas de naciones de desarrollo medio. Nada más lejano. Todo hasta aquí ha sido lo que damos en llamar ‘adornos constitucionales’. La médula de la condición y situación de la mujer nacional se halla en el artículo 37 donde se la condena no solo a traer al mundo el fruto de relaciones no consentidas y/o violentas, productos con malformaciones congénitas, sino todo ser que se haya concebido en su vientre, sin importar si pone en peligro su propia vida.
Algunos amanuenses de congresistas han intentado confundir a la sociedad, al señalar que en la Constitución sí se contempla el aborto terapéutico, y para ello se basan en el artículo 42, sobre el derecho a la integridad personal: “Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica, moral y a vivir sin violencia. Tendrá la protección del Estado en casos de amenaza, riesgo o violación de las mismas”. ¿Cómo es posible que la Constitución, la máxima jurídica de un país, se contradiga a sí misma?
La iglesia y el aborto
La iglesia, en especial la Católica, ha sido la más ferviente defensora de la ley que modificará el Código Penal Dominicano, cuyos artículos 107, 108 y 109 fueron observados por el Poder Ejecutivo a favor de las mujeres. Como mujer creyente había sido adoctrinada en el sentido de que la salvación es individual no colectiva, es decir, cada uno de nosotros habrá de rendir cuentas de forma individual.  Citas bíblicas como San Juan 3:16, Romanos 10:910, San Juan 11:25 y 5:24 y Apocalipsis 3:20-21 se refieren a la salvación en primera persona y no en cuarta (nosotros), y ha sido el elemento persuasor por excelencia de las religiones para obtener más fieles.
Cuál es el afán si la rendición de cuentas es individual. A ese paso la siguiente razón de las iglesias para oponerse a las observaciones y enfrentar al Presidente ha sido la defensa de la vida, un tema en el cual el revolucionario Papa Francisco se ha mantenido incólume. El sumo pontífice le ha tendido un ramo de olivo a los gay de fuera y dentro de la iglesia, ha dicho que el infierno no existe, es partidario de la profundización de las discusiones sobre el rol de la mujer en la iglesia, le ha puesto cara –solo cara- a la pederastia en la iglesia, pero no transige con la vida. Y lo respetamos.
Ahora bien, la iglesia dominicana debe, en consonancia con el Papa Francisco, darse cuenta de que vivimos en el siglo XXI, y de que las mujeres, además de seguir avanzando en al obtención de nuevos derechos y la ampliación de los ya existentes demanda ‘opciones de vida’, qué es esto: Que mientras las iglesias se oponen a un Código Penal que le de la opción (no es obligatorio) de un aborto seguro a la mujer en condiciones excepcionales; las iglesias pretenden imponer su visión, no solo a su feligresía, sino a toda una sociedad, crea o no en Dios. Nada más autoritario y abusivo. Mientras a las mujeres creyentes los grupos que defienden los derechos de la mujer no les están pidiendo abortar en las citadas excepciones, los líderes religiosos sí se sienten  con la potestad –en base al poder político otorgado mediante el Concordato- de someter a las no creyentes y creyentes liberales a dar vida cuando su integridad física y su dignidad están amenazadas.
Recordamos pues, el papel que la iglesia de hoy pretende juegue el Estado fue aquel rol de los encomenderos en la época de la colonia, cuando disfrazado de un plan de evangelización, la corona española –dirigida por dos llamados católicos- patrocinó la expoliación, tortura y exterminio de la raza aborigen en esta isla.
Para que la historia los absorba
El almirante Cristóbal Colón fue el primer encomendado por los reyes Fernando el Católico e Isabel la Católica para evangelizar en La Hispaniola e islas adyacentes. Tras su primer viaje dejó levantado el Fuerte de la Navidad, destruido, se dice, por el cacique Caonabo, quien se habría molestado porque los intrusos, además de hurtarle los alimentos a los aborígenes, tomaron sus mujeres. Tras vengarse y atemorizar a la población taína, el navegante continuó su caza furtiva de mujeres. Uno de sus acompañantes en el segundo viaje, Diego Álvarez Chanca, narra en sus memorias que, para noviembre de 1493, “tomamos (de las islas caribes) más de veinte mujeres cautivas que luego el Almirante repartió como sirvientas entre sus acompañantes”. (Pons, 2012).
Otro de los acompañantes de Colon en ese viaje lo fue Miguel de Cúneo, quizá el primer hombre que le propinó una golpiza a una mujer en estas tierras, según los registros. El propio Cúneo narra en sus memorias: “Estando yo en la barca tomé una cambala (caribe) bellísima, la cual me regaló el Señor Almirante; y teniéndola en mi camarote, al estar desnuda según su usanza, me vino deseo de solazarme con ella; y al querer poner en obra mi deseo, ella, resistiéndose, me arañó,  de tal modo con sus uñas que yo no hubiese querido entonces haber comenzado; pero visto aquello, para deciros el final, agarré una correa y le di una buena tunda de azotes, de modo que lanzaba gritos inauditos que no podrías creer. Por último, nos pusimos de acuerdo de tal manera que os puedo decir que de hecho parecía amaestrada en la escuela de rameras”.
El historiador Frank Moya Pons destaca que el tema de la posesión de las mujeres fue un tema de conflicto entre aborígenes y conquistadores, pero no solo eso, es que los beneficios no eran solo “solazarse” con las nativas, sino que el estar en concubinato con una de estas mujeres le daba ciertos beneficios al colonizador ante los demás subyugados. Esa visión instrumentalizada de la mujer es la reproducción de un sistema patriarcal que se reflejaba y aún lo hace en la iglesia y en el proyecto de “Nuevo Mundo”.
Para aumentar los caudales de oro enviados a España, empresa por la que fueron sobreexplotados los nativos –de 1 millón de taínos, en unos 52 años pasaron a ser un poco más de un centenar -, los católicos evangelizadores idearon las “Guerras Justas”, con ellas se capturaban indígenas de Cuba, Puerto Rico, Jamaica, México, y las costas venezolanas, para obligarlos a trabajar en la industria aurífera. La mujer aborigen no escapó al trabajo forzado de las minas; el hecho de ser un instrumento sexual no la eximió de ser explotada en las minas, los trapiches y en las labores domésticas.
Citando a John Carter Brown, Pons refiere que “Fernando el Católico estaba más interesado en las remesas en metálico que debía recibir la española que en el bienestar o cristianización de los naturales”, y para mantener y aumentar las remesas no se escatimaba castigo ni tortura:
 “Hacían unas horcas largas que juntase casi los pies a la tierra, y de trece en trece, á honor y reverencia de nuestro Redentor de los Doce Apóstoles, poniéndoles leña y fuego los quemaban vivos”, escribió  Bartolomé de las Casas.
Después que Fray Antón de Montesinos tronara, el rey intentó enmascarar el genocidio aborigen  y tras varios fracasos y argucias reales logró sacar las Leyes de Burgos. En estas quedaba establecido que “se quemarían las antiguas aldeas indígenas para evitar que éstos (los indígenas) regresaran; “el periodo anual de trabajo para los indios ha de ser de dos etapas de cinco meses cada una, con cuarenta días de descanso entre ellas, durante los cuales los indios pueden ir a sus casas, donde estarían obligados a trabajar en sus labranzas”; los servicios religiosos, el supuesto móvil de la colonización, serían solo los domingos y días feriados; y los encomenderos también debían obligar a los nativos a rezar al amanecer y al atardecer.
Esas leyes, que si bien seguían siendo injustas, iban a regular la situación de los taínos, nunca fueron aplicadas porque se afectaban los intereses de la colonia y de la turba de vagos y criminales que, discriminados por una sociedad española decadente en la que todos los beneficios eran para el rey y sus allegados, vinieron a estas tierras en busca de aventura económica y –de paso- sexual.
Este recorrido histórico es para subrayar que para la iglesia católica la mujer es un ser inferior al hombre, y esa supuesta inferioridad está dada por el aspecto físico: Menos fuerza bruta y capacidad reproductora. De ahí que poseer un útero convierta indefectiblemente a la mujer en una suerte de incubadora, sin importar si la criatura es fruto de una violación e/o incesto, y si peligra su propia existencia. Y son ellos, los que impiden a las mujeres tener derecho sobre su sexualidad y su cuerpo, quienes las violentan. Ellos son curas, sacerdotes, legisladores, funcionarios de toda clase, profesores, y otros. Razonado el tema a la luz de los cientos de feminicidios que ocurren cada año, estamos ante un nuevo genocidio, el genocidio de género.
En buena lid:
Que las iglesias hagan lo suyo
Que los congresistas hagan lo suyo
Que el Presidente haya lo suyo
Y nosotras haremos el resto.